DENTRO de la política expansiva del Sevilla hay que destacar cómo cuida a sus símbolos. Símbolos inmateriales y símbolos humanos, tanto vivos como fallecidos. El club que preside José María del Nido es detallista y cuidadoso hasta límites exagerados, pero es que de esa manera es cómo la institución se engrandece a sí misma. Tiene a Juan Arza en lo más alto del pebetero y en breve va a recibir un homenaje en consideración a la importancia que el navarro tiene en la historia de este club centenario. Quien honra a sus mayores y a sus antepasados se honra a sí mismo y eso lo hace estupendamente el Sevilla Fútbol Club.

Lo último en el apartado de honrar a los que escribieron páginas de gran calado en la historia sevillista ha sido darle a un premio periodístico de nuevo cuño el nombre de uno de esos personajes que engrandecieron el día a día, el año tras año, del club. Parece lógico que si el Sevilla crea un premio periodístico responda al nombre de José Antonio Blázquez, un escritor que bordaba cuantas teclas tocaba de su creativa guitarra. Sus crónicas de fútbol eran personalísimas y sin necesidad de comprobar la firma se colegía que la había escrito Blázquez. Eran crónicas cuesta abajo que se leían sin esfuerzo y que se hacían esperar con una expectación grande.

Crónicas de fútbol o de flamenco, en los dos palos era gente, y llevaba con una dignidad enorme su reconocida subjetividad. La subjetividad es una cualidad inherente al ser humano y José Antonio no podía ser ajeno a ella. Sus fervores los defendía con el mismo calor que anatematizaba sus fobias y entre los primeros había dos que sobresalían por encima de todo lo demás. Sevillista que no tenía un pase y caracolero que no cejó hasta verlo en bronce en su Alameda, José Antonio casi doce años después de su muerte recibe un reconocimiento público de su club y eso le hubiese tocado los adentros. Fantástica las formas que el Sevilla mantiene con su galería de perpetuos.