María José Guzmán

La Sevilla agradecida

Puntadas con hilo

Espadas deja un estilo de gobernar que ni es nuevo ni infalible, pero sí inédito para muchos sevillanos

21 de diciembre 2021 - 01:46

Fue el propio Juan Espadas en la despedida que hizo tras presentar ayer al Pleno su renuncia como alcalde quien recordó un momento de tensión que no dejó indiferente a nadie. El 11 de junio de 2011 durante la investidura del entonces nuevo alcalde, Juan Ignacio Zoido, decenas de indignados rodearon el Ayuntamiento de Sevilla para abuchear a los políticos (y de paso a todo el que cruzó el umbral de la Casa Consistorial) al grito de "no nos representan". El socialista acababa de darse un gran batacazo electoral tras asumir un "reto épico" en un ambiente de absoluta crispación social y crisis económica. Y cuenta que ese ingrato incidente hizo que fijara su objetivo político y personal para los próximos años: conseguir que los sevillanos se sintieran cómodos y representados por una Corporación que había llegado para dejarse la piel por la ciudad.

Desde aquella calurosa tarde de 2011 a la mañana algo nublada y fría de ayer la situación ha cambiado mucho, tanto para los que estaban en la oposición como para los que gobernaban con una mayoría aplastante. Así es la política, donde la aritmética no lo es todo. Pero lo más importante es que Sevilla se ha instalado en un nuevo clima social.

La ciudad tal vez está más sucia que nunca, la comparativa es lo de menos cuando se trata de un problema urgente y enquistado. Hay una ristra de temas sin resolver en los que, justo es reconocerlo, se han dado pasos, pero no lo suficientemente largos como para que pueda verse la ventaja. Y un clamor: Sevilla necesita a políticos que reivindiquen más alto y claro el papel que se merece la cuarta ciudad de España en los Presupuestos Generales del Estado. También en los de la Junta de Andalucía, donde absurdos agravios comparativos se vuelven siempre en contra de la capital.

Espadas deja un legado inconcluso que espera, ya lo ha dicho, inaugurar más pronto que tarde, ya como invitado de excepción. Pero, sobre todo, hay algo atribuible a este alcalde, el primero que renuncia antes de terminar el mandato: haber recuperado la política del consenso, del diálogo y de la gestión serena. Imponer una forma de gobernar que, probablemente, no es nueva, pero sí inédita para más de una generación de sevillanos.

A aquella crisis que dio lugar al 15-M le ha seguido otra provocada por una pandemia y a los gobiernos, incluido el municipal, le ha pillado con algunos deberes ya hechos. Eso es cierto, como acertada ha sido la gestión de este nuevo trance sobrevenido. Fue la concejal Adela Castaño, una incondicional de Espadas, quien apuntó un detalle dentro de ese capítulo de anécdotas que humanizó el trámite de esa renuncia: las miles de llamadas que Espadas y su equipo realizaron a los sevillanos en el confinamiento ofreciendo y garantizando sus servicios. La Covid brindó al gobierno la oportunidad, y sin existir la cercanía física, de hacer política en estado puro.

¿Fue propaganda o algo más? La respuesta se leerá en las urnas en 2023. Pero, de momento y a pesar de que el catálogo de exigencias es alto, hay una Sevilla agradecida, al margen de cuestiones políticas.

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