Obituario Muere la actriz Concha Velasco

Gafas de cerca

josé Ignacio / Rufino

Viejuno

UNO de los síntomas más claros de que tienes ya mucho tiempo vivido es la sensación cada vez más frecuente de haberte enterado tarde de las cosas. O de haberte enterado mal. Sucede, por ejemplo, cuando estás delante de un periódico en una terraza en un soleado domingo de invierno y los niños de la pareja sentada en el velador contiguo -vestidos de enano bávaro o conjunto decathlon, eso no distingue- no paran de corretear y chillarte a un metro de la oreja sin que sus padres les hagan la más mínima reconvención. Conste que uno es muy de Cat Stevens cuando era cristiano, y por tanto partidario de que los niños tengan un sitio para jugar y jueguen, pero a ser posible a cinco metros, o sin erizarte el tímpano. Me enteré tarde de que esto es lo normal, y lo anormal es inculcarles la contención por respeto a los de al lado; espero que no me acaben echando en cara no haberlos ayudado a ser individuos libérrimos y mejor adaptados. Me cabe la esperanza de que jueguen en otra liga y con compañeros de viaje enseñados para entender que hay vida más allá de tu ombligo y sus pelusas. Cumpliendo así uno de los pocos adagios latinos que me sé y tanto repito: pares cum paribus facillime congregantur.

Pero qué podemos -el verbo va con segundas- esperar de un país donde los demiurgos de los destinos colectivos actúan pandillarmente. Gansos que desobedecen el "aquí no se puede gritar" del jefe del Parlamento, que explica a los diputados algo tan complicado de entender como que el ruido es un sonido molesto, obteniendo más pitorreo colegial por respuesta. O narcisos de venenoso lirismo como Pablo Iglesias, un showman nato, que lleva en su alma una Liza Minelli y una Madonna, un clown, un profeta herético con sayo raído, un tito enrollao y un coleguita besucón, un sheriff justiciero, un visionario inmaculado y un adicto al espejo. Lo que haga falta por atraer focos. Con fino verbo y alta elocuencia, pero insufrible sobredosis de ego y vicio de simbolismo. Tiene claro que en el mundo tiranizado por lo audiovisual y lo internético lo importante son las formas y no el fondo, y que la nueva política empieza por la cosmética. Puestos a citar frases de cabecera, diremos que el "manners are morals" de los británicos ("las maneras son la moral"), tan necesario para que los niños no te revienten el aperitivo, lo ejecutan los nuevos parlamentarios a su propio entender: mandando al carajo la buena educación burguesa y caduca, el viejuno hábito del respeto. Desde luego que no sólo gritan y dan el numerito ellos, pero lo nuevo es lo que tiene: es más noticiable.

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