Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Que hablen los otros, qué error
Al final del barrio de San Bernardo, detrás de los nuevos edificios que prolongan la avenida de Carlos V, existe una manzana alargada formada por las calles Campamento, Jazmineras y Clara Campoamor, con un colegio, un parque infantil y un aparcamiento público en superficie. Esto no sería ninguna noticia especial en la vida de los barrios de Sevilla, si no fuera porque allí se encuentran restos de la antigua estación de ferrocarril de la Enramadilla, la del mítico tren de Alcalá de Guadaíra que en tiempos llegó hasta Carmona, y que fue inaugurada en 1902 y se mantuvo de diversas formas hasta que en 1952 pasó a ser depósito de material. De hecho, una de las calles inmediatas ha sido rotulada con el nombre de Tren de los Panaderos que, en la cambiante toponimia sevillana, es una singularidad, porque aquí se ha buscado la relación con el uso que tenían en el pasado estos terrenos y no lo contrario, que suele ser lo habitual. Aunque los sevillanos no somos mucho de recordar los nombres de las calles y mucho menos de conocer los pormenores y detalles de éstos.
Tras la remodelación de estos terrenos en las obras de soterramiento del ferrocarril desde Santa Justa hasta el sector sur, con la demolición de puente de la Enramadilla, que salvaba la vía del tren camino de Ramon y Cajal y el Cerro del Águila y el cierre de la Estación de Cádiz, toda esta parte de Sevilla sufrió una enorme transformación. Por eso tienen importancia los vestigios que permanecen en su lugar. En concreto los de la antigua estación de tren de la Enramadilla. Cerca de la acera de la calle Campamento y junto a la zona ajardinada del parque infantil se conservan dos depósitos cilíndricos metálicos de aguada sobre sus bases de ladrillo perfectamente labrado, para alimentar las locomotoras de vapor y otros dos más pequeños de hormigón. En el interior del aparcamiento adyacente se mantienen unas toperas de fin de trayecto en bastante buen estado y un depósito de locomotoras de forma circular, de aquellos que disponían de una plataforma giratoria capaz de dirigir a cada una de las máquinas en diferentes ángulos para su almacenamiento y arreglos. De esta edificación se mantienen los muros de ladrillo rojo característico de las estaciones de tren y las cerchas metálicas de la cubierta. En su interior y por encima del cerramiento actual apuntan al cielo numerosas varetas de árboles espontáneos.
Si dichos restos se han conservado, después de todos los cambios y demoliciones en el entorno, será porque alguien, en algún momento, consideró que era importante su mantenimiento. La verdad es que ahí están, pero creo que en la forma actual se siguen deteriorando y no cumplen la misión que con facilidad podrían tener, recordarnos que ahí estuvo una de las infraestructuras ferroviarias destacadas de la ciudad, vinculada a los usos y costumbres de los sevillanos, donde cada día se descargaban los panes de Alcalá y las naranjas y otros productos de las huertas de los Alcores.
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