La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Asunción es la aldea de los galos contra el turismo invasor
Cuentan que los ángeles celestiales son muy tranquilos, tanto por su propia naturaleza inmaterial como por su glorioso destino, sin perjuicio de que apenas descansan: tienen mucho trabajo, nunca les faltan visitantes en busca de acomodo. De hecho, ni se inmutan ante la presencia de muertos famosos. En su momento, Alberti ya escribió Sobre los ángeles y, curiosamente, al final de sus días comprobó "su celeste existencia, real pero impalpable".
Al parecer, los querubines del Cielo respetan, con especial rigor, dos normas de régimen interior: una, que no se admiten recomendaciones y dos, que no se sigue correspondencia con familiares y demás dolientes del finado.
En cuanto a los enchufes tienen que discriminar, son innumerables las vías de influencia: oraciones, misas, sufragios, mandas pías, advocaciones religiosas…Por ello solo aceptarían una intercesión muy excepcional como, por ejemplo, la de la Esperanza Macarena.
Respecto a no cartearse con los familiares de los recién llegados tiene su explicación en que no darían abasto y, también, en que solo contestarían a escritos de un nivel literario cuasicelestial.
Cuando el lunes pasado, el ángel de la guarda de Livia Caro, advirtió de su inminente llegada al Cielo, ya estaban allí formados los armaos de la Macarena, lo que causó un inusitado revuelo. Mientras, la difunta estaba todavía de cuerpo presente en una sala del tanatorio de la S-30, dentro de un ataúd blanco (por su madura pureza) sobre un pequeño túmulo revestido, casualmente, con un faldón verde macareno.
Los ángeles, que son muy observadores y gozan de la eternidad, cayeron con prontitud en la cuenta de las circunstancias tan particulares de este caso.
Sabían que se trataba de una chica limpia de corazón y que había afrontado serias contrariedades vitales con "esperanza" y una permanente sonrisa. Y tenían también unas excelentes referencias de sus desconsolados padres, Inmaculada y Joaquín Caro Romero. Livia era el centro de sus vidas y el alma de la casa familiar.
El querubín más leído y con ciertos conocimientos jurídicos, para no saltarse las citadas normas celestiales, hizo el siguiente análisis de la situación: Livia es un ángel, viene para acá (el más allá) en un níveo féretro, y accederá al Cielo sin pasar por el registro de entrada, no necesita ninguna recomendación. La aparición de la centuria romana de la Hermandad de la Macarena representa el agradecimiento de la Madre de Dios al gran poeta Joaquín Caro Romero como autor de la letra del bello himno de la Esperanza Macarena. Además, se presenta, de una vez, la ocasión para entablar correspondencia con una persona que escribe como los propios ángeles. Por tanto, este vate sevillano tiene que seguir escribiendo por el bien de Livia y de todos sus lectores.
Al abandonar el tanatorio, pude escuchar cómo un misterioso personaje terminaba este relato diciendo: "Caro Romero tenía un auténtico ángel en su casa y en el futuro nos escribirá con frecuencia".
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