
La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡A sacar tajada de la religiosidad popular!
Como buen sevillano, nada de lo gaditano me es ajeno. Sé que esta actitud molesta un poco en la otra provincia en que se divide el mundo, pero no hemos venido aquí a agradar. No es por neocolonialismo hispalense. Qué va. El Bajo Guadalquivir es un todo que las líneas artificiales de la división provincial de Javier de Burgos nunca podrá separar. Digamos que practico una suerte de sebastianismo en zapatillas que augura la reunificación del Reino de Sevilla. Todo se andará cuando pase el anticristo (y no señalo a nadie). Y afirmo esto porque estoy muy motivado con el gran reto que se plantea al milenario pueblo de Cádiz: renombrar el puente Carranza, uno de esos budas destruidos por el ardor de la ley de memoria histórica, o como quiera que se llame ahora. Leíamos ayer en el periódico hermano, el Diario de Cádiz, que algunos han propuesto el nombre de Rafael Alberti, lo cual tiene su complicación. Nadie duda de que el portuense es uno de los grandes poetas españoles y que su Marinero en tierra –leído por mesié, precisamente, en las arenas de la playa de Santa Catalina– pide mármol. Tampoco que, pese a sus inicios políticos como chequista y siervo de Stalin, evolucionó hacia un comunismo democrático (valga el oxímorom) y trabajó sinceramente por la reconciliación nacional (muy al contrario que alguno de sus discípulos tardíos). Pero nada tiene que ver la gracia de sus versos salinos con ese puente rechoncho. Y no era del mismo Cádiz. Yo, por hacer la pirueta, propondría que al puente le pusiesen José María Pemán. Lo haría sólo por escuchar al consiguiente coro de cotorras. O mejor, le pondría Puente Pemán-Alberti. Tanto monta, monta tanto. Ambos, representantes genuinos de las dos Españas, completarían ese abrazo que retrató un fotógrafo de Diario de Cádiz en un lejano carnaval. Pero como sé que esto es imposible en este país neoguerracivilista, propongo una solución a la sevillana. No es otra que buscarse un Cristo o una Virgen con devoción popular. Y asunto arreglado, todo el mundo contento, desde el concejal socialista hasta el diputado de Vox. Solo algunos, también del coro de cotorras, protestará. Pero eso es inevitable. En Sevilla funcionó con el pomposamente llamado Puente del Cristo de la Expiración, al que la sabia ciudadanía rebautizó como “del Cachorro”. Pueblo de Cádiz: haced como con los nombres de hospitales. Una virgen y sanseacabó. No se peleen por estas cosas ¿Qué tal Puente Nuestra Señora del Rosario? En Argentina hay uno. O mejor: Puente de la Galeona, que tiene un bonito aire de ultramar. De nada.
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