¿Atontados más de la cuenta por el calor?

Al primer contratiempo se suspende el cumplimiento de las obligaciones, cuando siempre ha hecho calor

A la concordia por el fútbol

Nos toman por tontos

Un termómetro de Sevilla.
Un termómetro de Sevilla. / M. G.

02 de junio 2025 - 04:00

La Junta cierra los colegios si llueve mucho. Da permiso para que los padres recojan a los retoños antes de mediodía si hace mucho calor. Los días que el mercurio sube, cosa que ha ocurrido toda la vida, se activa el protocolo de emergencia climática. Falta que el próximo invierno el bueno de Antonio Sanz, infatigable consejero de Presidencia, nos abrigue cuando haga frío, nos inste a tomarnos un caldito con su ramita de hierbabuena o un poquito de leche del Valle de los Pedroches con su miel de Hornachuelos si tenemos la garganta cogida. Uno creía que las autoridades estaban para alertarnos de tsunamis, terremotos, fuertes tormentas que obligan a cortar carreteras y, por supuesto, apagar incendios forestales. El concepto de emergencia se ha extendido a un simple día de calor, cuando las generaciones que hoy cotizan y hacen posible el pago de las pensiones han estudiado en su inmensa mayoría en colegios sin aire acondicionado, acaso había un ventilador para el profesor del que se beneficiaban los de las primeras filas. Los recursos eran agua, ventanas abiertas, persianas bajadas hasta el tope de un ladrillo o un libro para dejar entrar el aire, pero no los rayos de sol. Una emergencia era otra cosa. Pero hemos evolucionado de la protección al proteccionismo. ¿Confort climático? Nos hemos vuelto absolutamente bobos. Vivir mejor no está reñido con renunciar a la dureza y asumir que hay cuestas arriba, baches, cruces... El problema es que nos quieren librar de absolutamente todo, incluso sin pedirlo, privarnos de cualquier sufrimiento, anular la capacidad de valernos por nosotros mismos para superar las adversidades. Y esa cultura ha calado tan hondo que vemos normal que nos digan que mañana hará mucho calor (¡qué novedad!) y que la población escolar podrá marcharse a casa antes de tiempo. Al primer contratiempo, se suspende la obligación.

La verdad es que poco extraña en un país que en plena pandemia aprobó una ley de Educación que permite la promoción de curso con suspensos. No se trata de población vulnerable, sino de población debilitada. Si en los países nórdicos tuvieran que suspender las clases por el frío o la nieve, no habría directamente colegios. Más nos valdría ajustar los cursos académicos al calor, como prohibir la salida de pasos a la calle cuando las mínimas son superiores a treinta grados y durante el día se superan los cuarenta. Vamos a extremar las precauciones hasta el absurdo, a educar y vivir en la debilidad, en un mundo maquillado donde la cultura del esfuerzo y la adaptación se ven equivocadamente como una exaltación del sufrimiento. Es mucho más fácil vender comodidad, una salida rápida del agobio y la huida de un problema que proporcionar el blindaje de cierta dureza. ¡Abandonen los colegios porque hace calor! Hay una generación a la que nos tomaron el pelo con el ladrillito en la persiana. Tal vez los bobos éramos nosotros.

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