CUANDO todo está perdido, hay que agarrarse a un clavo ardiendo: los políticos. El baloncesto en Sevilla importará más o menos pero merece el respeto de un club con más de un cuarto de siglo. Toca socorrerlo porque va hacia la defunción de forma inexorable. El fracaso deportivo no es nada en comparación con el delirio que hay en los despachos. El dueño y los gestores que aterrizaron antes del verano a esta entidad han destrozado esto en menos que canta un gallo y ya es hora de que los responsables públicos que gobiernan en la ciudad auxilien de algún modo y pidan apoyo para salvar al moribundo.

Es año de elecciones y, aunque sólo sea para ganar adeptos a la causa, los políticos están obligados a echar una mano, pese a que consideren que el problema no va con ellos. Es algo muy gordo lo que está sucediendo y el Ayuntamiento, la Diputación y la Junta de Andalucía no pueden esconder la cabeza debajo de la tierra y esperar que el Club Baloncesto Sevilla desaparezca como si nada. Al menos habrá que intentar salvarlo, buscar soluciones que impidan que en unos meses todo se vaya al garete.

Habrá más o menos masa social, se habrán hecho muchas cosas de forma espantosa en estos más de 25 años, no existirá un modelo de gestión que logre rentabilizar un club de baloncesto de primer nivel en esta ciudad... De acuerdo. ¿Pero nadie va a poner el grito en el cielo y ni siquiera va a mostrar su indignación por estar abocado el Caja a una muerte sin remisión?

Y urge actuar pronto. No hay tiempo. Ojalá los políticos recojan el guante y acudan al rescate aunque sólo sea por rascar unos cuantos votos en las elecciones regionales o municipales. Es obvio que la crisis obliga a priorizar y que el dinero no fluye como antes en ningún sitio. Quizás la mejor solución fuera únicamente el compromiso de los partidos políticos para ponerse de acuerdo y encontrar a gente seria que socorra al malherido.