Los brotes verdes en el centro de Sevilla

Sólo resisten los negocios con local en propiedad y valor añadido, como los de Jesús Becerra y Antonio Castro

Casa Román, cerrada.
Casa Román, cerrada.

07 de septiembre 2020 - 02:31

En la tienda de Inés Rosales de la Plaza de San Francisco ya no hay paquetes de tortas, sino desconchones y tubos al aire. El aspecto del local es el de un cuarto de baño en obras. El Becerra de la calle Gamazo ya no abre más. La Isla tampoco. El centro de Sevilla es un toro castigado en varas que se resiste a morir y que camina a duras penas hacia las tablas abrazado por el lomo por un sevillano piadoso y nostálgico. No somos tantos como para mantener un centro tal como lo conocimos hasta marzo. Es mucho más cómodo coger el coche, ir al Lagoh de turno, aparcar gratis y tomarte el mismo café que en La Campana. Así de claro.

Hace años que un alcalde como Monteseirín apostó por un centro para turistas, con sevillanos residentes en las barriadas que sólo acudirían al casco antiguo en los días de fiestas y a los que les resultaría muchísimo más cómodo acudir desde el garaje de casa al del centro de comercial sin coste añadido. Pese a la tristeza que barniza el entorno de la Catedral, el Arenal y la Judería, nos llegan brotes verdes como la reapertura de dos templos de la hostelería. Mañana martes vuelve Becerrita con su ensaladilla, el caballito de jamón y las manitas de cerdo. Y el próximo 15 de septiembre reabre Casa Román, donde se pueden tomar los huevos fritos con jamón con derecho a contemplar la fachada de los Venerables y alguna foto de la Virgen de la Esperanza que Antonio Castro haya colocado en cualquier pared de su casa. Son tiempos para confiar en la Esperanza, como hace Antonio desde sus tiempos de niño, cuando su padre cortaba las lonchas de la pata del cochino sin más ayuda que un cuchillo y su sentido del equilibrio.

El gremio de la hostelería está ante su reto más difícil desde que se terminó la Guerra Civil. Cada tabernero se encuentra ante su propia película: volver a empezar. Tal vez sea cierto lo que dice Ramón López de Tejada, de la Abacería de San Lorenzo: "Los valientes fueron los que abrieron en mayo". Pero, en el fondo, el valor está en no echar la persiana. Resistirán los que tengan el tesoro del valor añadido y el local en propiedad. Caen y seguirán cayendo las franquicias que han sostenido los turistas sin criterio. Por peores etapas de su historia ha pasado el Rinconcillo y ahí sigue. Pero es necesario que los sevillanos retomen el centro, aunque sea incómodo el acceso hasta la misma Plaza Nueva. Urge el reencuentro de miles de vecinos con las calles Sierpes y Tetuán, con la Catedral, el Alcázar y el Museo de Bellas Artes, con el emergente sector Norte. Sevilla depende más que nunca de los sevillanos. Después de un buen paseo, el jamón de Antonio Castro y la ensaladilla de Jesús Becerra bien merecen la pena.

stats