Cruz alzada

Juan / Moya / Gómez

Los brotes verdes

NO deja de resultar llamativo que en medio de esta crisis cruenta, que embargado tiene nuestro porvenir y vacíos los bolsillos, las hermandades hayan roto la tendencia estabilizadora viendo este año incrementado hasta en un diez por ciento las solicitudes de papeletas de sitio.

El dato pudiera parecer desconcertante para cualquier sociólogo que pretendiera analizarlo desde una óptica ajena a la realidad social que nos rodea, pues, cuando en miles de hogares no se llega a final de mes en el mejor de los casos, parece inverosímil que el sevillano pueda hacer un esfuerzo titánico para liquidar las cuotas pendientes y abonar el donativo de su papeleta. Se recuperan las túnicas perdidas en el fondo de los armarios, se remiendan las colas, se zurcen las sandalias y se compran nuevos capirotes y espartos. Todo un desembolso en tiempos de apretura económica.

Sin embargo, la situación no resulta extraña para quienes a lo largo de la cuaresma hemos apreciado un notable incremento de fieles en los diferentes actos y cultos. Los quinarios, los vía crucis, los besamanos, se han convertido en riadas de personas ansiosas de encontrarse nuevamente con sus orígenes.

El hombre, vencido por el materialismo y cansado de su relación con las cosas, vuelve a estar falto de un Dios que nunca dejó de esperarlos, que nunca se olvidó de ellos y que hoy los acoge con la alegría que produce el reencuentro con el hijo pródigo que regresa a sus brazos y a los de aquellas personas que a él lo acercan, sus hermanos.

Las casas de hermandad, segundo núcleo existencial para todo cofrade sevillano, son testigos del nacimiento de estos brotes verdes, que vinieron a florecer en medio del desierto que un día nos dejó una crisis de valores, que terminó posteriormente desembocando en la financiera.

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