Los cajeros que perdimos

Hemos perdido los teléfonos públicos y en breve no quedarán ni las falsas monedas que de mano en mano van

Cajeros automático
Cajeros automático / M. G.

06 de octubre 2022 - 04:00

Sevilla/Haga la prueba cualquier día que necesite dinero en efectivo por cualquier motivo: pagar en un bar donde no hay opción de hacerlo con tarjeta o abonarle su trabajo a un fontanero que le arregla el grifo de la cocina. O simplemente quiere darle regalarle dinerito a su sobrino preferido o pagar el estipendio de una misa. Puede partir de la calle Rioja, donde se encuentra la sede de este periódico, que no hay mayor publicidad para un rotativo local que formar parte del paisaje del centro urbano. Y ahora imagine que quiere sacar dinero porque tiene un almuerzo en la Puerta de la Carne, en la de Carmona o en cualquiera de los negocios de la emergente zona de la Buhaira. Le apetece caminar porque hace buen tiempo, evidentemente no llueve y yendo a pie realiza una actividad cardiosaludable recomendada por el médico. E incluso puede ser sociable, aunque no siempre porque en ocasiones tiene que cruzarse con algún indeseable, pero eso es harina de otra costal (cuña publicitaria: costales El Mosca, en la calle Javier Lasso de la Vega).

¿Dónde saca usted dinero caminando desde Rioja a la Ronda? Ni en Cerrajería o Sagasta, ni en Cuna, ni en Alcaicería o la Plaza de la Alfalfa, ni en Águilas... Calles y calles sin cajeros. El cajero automático es una especie en extinción casi como los kioscos de prensa en las playas... y ya en muchos capitales. Nos están quitando las sucursales como nos han dejado sin teléfonos públicos. O tempora, o mores. Todo cambia a una velocidad tremenda. Y esto ocurre en una zona de alta afluencia de turistas, que se supone que nos traen los jurdeles y que deben tenerlos a mano. Todos a pagar con tarjeta, acercando el reloj de muñeca a la maquinita o efectuando el bizum de turno. El bizum es un gran invento, todo sea dicho, que deja sin excusa a los que alegan no llevar dinero encima para no poner su parte cuando se paga una cena a escote. A lo peor se topa usted con un cajero de los destinados a público extranjero, esos de colores chillones que te atienden hasta en catalán, donde mete usted la tarjeta para sacar 20 euros para un simple desayuno y ya sabe el resultado: desayuna usted y el banco porque la comisión que le cargan da para el café con leche sin lactosa, el bol de yogur y la tostada entera con aguacate.

Los cajeros han quedado como un producto casi vintage. Me temo el peor futuro para el dinero en efectivo. El billete será una reliquia en poco tiempo. Entre la hiperdigitalización de la banca y la cultura de la higiene que hemos adquirido con la pandemia, nos quedará el dinero de papel de Monopoly. Ni habrán falsas monedas que de mano en mano van.

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