INSISTO, reitero, repito una vez más que el fútbol es un estado de ánimo y que ese estado es cambiante. Tan cambiante es el estado de ánimo en fútbol que rara vez se conforma uno con lo conseguido. En el Betis se firmaba en el verano un año más en Primera División para ver si, de esa manera, el club se consolidaba para, algún día, volver a ser competitivo a la busca y captura de cotas más altas que la simple supervivencia en la categoría.

Conseguida esa supervivencia mucho antes de lo esperado, ahora quiere el bético lograr lo que está al alcance de la mano, a un alcance que ni a echarse a soñar. Volver al concierto continental siete años después de aquella desairada eliminación ante Steaua es un sueño con muchos visos de hacerse realidad, pero si el hombre es él y sus circunstancias, el Real Betis Balompié es un cúmulo de circunstancias tan voluminoso que caerse en lo más llano entra de lleno en su ADN.

Cuando todo parecía al alcance de su mano resulta que no aparece el Betis con la autoridad deseable para conseguirlo. Ha dicho Mel que la cercanía del premio puede estar atenazando al equipo. Es posible que así sea, pero un servidor prefiere dejarse de esoterismos para ir a la cruda realidad de que el Betis se deja muchos pelos en la gatera de unos inicios de partido prácticamente regalados. Y no quiero cometer la estupidez de criticar la pizarra de Mel, Dios no lo permita.

Pero no tengo más remedio que insistir en que el Betis se mete muy tarde en los partidos caseros, lo que le obliga a un esfuerzo sobrehumano para igualar la pelea para que llegue extenuado al final y con los cambios hechos con mucho por delante. Creo también que Cañas y Beñat van a tener que irse a un balneario no más acabe esto, pero, por favor, no quiero que Mel hable luego de estupideces. El fútbol es un estado de ánimo y ése es el que es, pero con lo fácil que lo tiene...