Y a usted, ¿le atienden?

Pedro Caballero- Infante / Caballeroinf@ Hotmail.com

El culo y las témporas

CUANDO el farmacéutico, merced a los titulares periodísticos, rememora la legalización de la mal llamada píldora anticonceptiva un leve sudor frío le sube por la rabadilla. Esta efeméride coincide con sus primeras actuaciones profesionales al frente de una botica.

-Dame Neoginona

-¿Trae usted receta?

-¿Y er muchacho?... ¿Tú no ta enterao lo que ha dicho er Gobierno?

La juventud de don José aún no le permitía ser tratado de usted.

-¿De qué tengo que estar enterado?

-¡De qué va sé! De que ya tenemo libertá las mujere podela tomá sin que nos metan en la cárse.

El joven boticario empezó a enterarse de lo que vale el peine de estar al frente de una farmacia y, cual alumno de tauromaquia, aprender a torear con las dos manos. Por sus conocimientos farmacéuticos sabía perfectamente la composición y acción terapéutica de los anovulatorios y sus posibles efectos secundarios y contraindicaciones, al igual que otro medicamento.

-¡Qué pasa! ¿Que no te fía de mí porque no traigo reseta? Si jase farta te la pago.

-Señora, a ver si soy capaz de explicarme. No se trata de una cuestión económica.

-¡No hablemo má! Me ha tocao un boticario santurrón.

-Tampoco se trata de eso. Allá cada uno con su conciencia. Es más…

Y cuando una joven Carmela, que con el tiempo se haría indispensable en la vida profesional de don José, se explayó, comenzó lo que, remedando Casablanca, sería el principio de una gran amistad.

-Miusté...

A estas alturas del diálogo la postura coherente y profesional del joven farmacéutico había bajado los humos de la mujer que subió su tratamiento social.

-…yo tengo ya tres niño, he tenío dos aborto y mi marío lo de la goma y la marcha atrá… nanay de la china… así que…

El farmacéutico, que ya tenía conciencia de los problemas del exceso de prole y a solidarizarse con su control, comenzó a conocer el ámbito social y económico en el que se iba a desarrollar su carrera profesional. Aquí inició su fructífera educación sobre una población joven obrera y con la demagogia, propia de la transición, pegada al culo.

-¿Cómo se llama usted?

-Carmela… pá servile.

-Pues mire usted, Carmela, la despenalización de la píldora sólo significa que ya los médicos pueden recetarla sin que ustedes les vayan con pamplinas y embustes. Sólo con la verdad.

Carmela, aun así, se extraña que el boticario no se la dé.

-Le pido la receta porque supone que el médico le ha preguntado antes por sus dolencias crónicas, si las tiene.

Don Pepito le hace una breve descripción de la acción terapéutica de estos medicamentos y de sus posibles consecuencias secundarias advirtiéndole, además, que se trata de un fármaco aún relativamente joven y con una experiencia clínica escasa.

-Pó yo me sé de una que la lleva tomando una jartá de tiempo sin poblema.

-¿Sin problemas de salud?

-Sin poblema pá conseguirla.

-¿Y como conseguía la píldora?

-Dorándosela.

-¿Dorándosela?

-A un cura… que era hermano der médico de su pueblo.

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