VOLVIERON de Valencia los dirigentes andaluces y sevillanos del PP. Tras el lunes de resaca, en el reencuentro con sus entornos han de poner en práctica los mandamientos de Rajoy: creced y multiplicaos, practicad la apertura de miras hacia más sectores sociales. Dado que la renovación ha consistido en que sigan los mismos, pues en Andalucía impera la obediencia y no hay maniobras mediáticas, el centrifugado de la derecha hacia el centro sociológico es una orden que no requiere de luchas intestinas y defenestraciones como en Madrid, Cataluña y País Vasco. Pero necesita plasmarse de continuo en hechos y gestos con el vecindario que los tiene muy vistos siempre con los mismos recalcitrantes que no quieren ser tildados de centristas ni por asomo. Líbrame de mis amigos, que de mis enemigos me basto yo, dice el refrán, y han de aplicárselo en Sevilla muchos dirigentes del PP si de verdad quieren representar a un partido interclasista. El abrazo del oso que les dan los recalcitrantes espanta a cualquiera que les otorgue el beneficio de la duda. Están obligados a descubrir que hay otra Sevilla, a relacionarse con ella y a integrarla en su manual de estilo.

Saldrán ganando si ejercitan que además de señoras en el Rastrillo también las hay en Intermón. Que además de padres en colegios concertados también los hay en los públicos. Que también hay obreros que votan al PP. Que no es pecado ir al Teatro Central. Que tan sevillanos son los que van al Alamillo como los que tienen casa en el Rocío. Que las parejas de hecho, las madres solteras, los divorciados y los homosexuales son ciudadanos que merecen ser respetados y reivindicados por la derecha sevillana igual que por la derecha francesa, británica o alemana. Que en la Feria hay que dejarse ver tanto en la caseta de Asaja como en la de los trabajadores de Renault. Que las células madre ni son conservadoras ni progresistas, que la ciencia se hace con batas y no con sotanas.