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Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

El ejemplo de Pedro Ybarra en la Sevilla de 2022

Unos jardines de Bellavista se rotularán con su nombre, justo homenaje al cura que luchó por las libertades en el franquismo

Pedro Ybarra

Pedro Ybarra / Juan Carlos Vázquez (Sevilla)

El jueves se rotulan unos jardines con el nombre del cura Pedro Ybarra Hidalgo (Sevilla, 1931). Será en Bellavista, donde fue párroco en los tiempos difíciles de una España en la que expiraba el franquismo y comenzaba el milagro de la Transición, y en el contexto de una Iglesia que aplicaba ya las reformas del Concilio Vaticano II con no pocas resistencias. Ybarra y varios destacados sacerdotes promovieron la libertad sindical con una claridad de ideas y una valentía que no tienen nada que ver con la política y el activismo sectarios de hoy. Sus ideas no casaban con las de Comisiones Obreras, pero trabajó para que el sindicato pudiera existir. Cedió locales para las asambleas para que los trabajadores no sufrieran el hostigamiento de la Policía, como hicieron otros jóvenes presbíteros de entonces que supieron interpretar y promover los cambios sociales. Su compromiso absoluto era y sigue siendo con la Iglesia, pero entendió que aquellos hombres tenían sus derechos y sus ideas.

No quiso más relumbrón. Así se lo explicó por carta a los organizadores del primer congreso de CC.OO. cuando le invitaron a formar parte de la mesa presidencial. ¡Menuda lección para tanto papafrita! Hoy, cuando tanto ignorante, osado y de pensamiento tuitero, quiere destrozar todo lo que se construyó en aquellos años, conviene conocer la obra de quienes se la jugaron –cada uno en su ciudad, cada uno en su puesto– por hacer posible aquella maravillosa concordia que en la España de hoy resulta por desgracia una quimera. El jueves hay cita importante en Bellavista. Seguro que don Pedro será feliz al ver el rótulo con su nombre en el barrio por el que tanto trabajó. Siempre le gustó estar en el frente, junto a los trabajadores y la gente sencilla, con los vulnerables y excluidos. Su Iglesia siempre fue de trinchera en ese sentido, con un papel de activista con cabeza sin moverse un centímetro del mensaje de los Evangelios, en sintonía con los movimientos vecinales de las barridas y del centro.

El cardenal lo premió con el destino de párroco de Santa Cruz. Y algunos dicen que no le sentó bien porque sus preferencias siempre estuvieron en el extrarradio y en la Sevilla más rural. El Domingo de Resurrección celebramos juntos la Pascua en la misa más hermosa del año en San Antonio Abad. Don Pedro estaba feliz junto a su Virgen de la Concepción, cuando los niños pajes –como él lo fue en las Semanas Santas de los años 30– reparten el azahar que ha perfumado a la Inmaculada en la Madrugada. Seguro que su cofradía, además de las autoridades, estará el jueves para arroparle. Y su gran familia de Bellavista, la de la gente que lo llama “el cura Perico”, la mejor versión de la Iglesia.

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