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Tomás García Rodríguez

Las encinas de Sevilla

Conservemos con cariño las encinas urbanas, que se mantienen vigorosas en un entorno hostil

10 de septiembre 2022 - 01:47

La encina pertenece al género Quercus -nombre con el que se conocía en la antigua Roma al roble y al acebo-, integrado por numerosas especies difíciles de diferenciar en muchos casos y que ofrecen una gran capacidad de hibridación. La subespecie Quercus ilex ballota es la más frecuente en las dehesas y la usada para la alimentación porcina, pudiendo alcanzar hasta quince metros con su copa redondeada y hojas de borde espinoso. Presente en la actualidad en amplias extensiones de Extremadura y Sierra Morena, buena parte de la Península Ibérica y Baleares estaba antaño cubierta por densos encinares con monte bajo y diversas plantas trepadoras. La encina tapizaba la cuenca mediterránea desde tiempo inmemorial, donde habitaban poblaciones humanas de distintas etnias convertidas posteriormente al islamismo y, por tanto, con la prohibición del consumo de carne de cerdo. Así, la ausencia de encinares significativos en suelos fértiles de Andalucía y Castilla-La Mancha pudiera deberse a su sustitución por el olivo durante los dilatados siglos de dominación musulmana sobre la antigua Hispania. En la Biblia, es considerado un árbol sagrado asociado a la administración de justicia y donde suele manifestarse Yahvé. "Atravesó Abraham el país hasta el lugar de Siquem, hasta la encina de More. Entonces se apareció Jehová a Abraham y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra...." (Génesis 12: 6-7).

Aunque el consumo de bellotas no está extendido hoy en día en la dieta española, este nutritivo fruto era un alimento habitual en las mesas españolas antes de que la patata y otros productos agropecuarios fueran importados con éxito desde el Nuevo Mundo. Su resistente madera ha sido utilizada desde épocas antiguas como fuente de energía o para la elaboración de útiles de labranza, vigas y barcos. Por sus propiedades astringentes, la corteza se emplea en medicina popular para el tratamiento de hemorroides y diarreas. Aún quedan encinas en el núcleo urbano de Sevilla que nos trasladan a tiempos pretéritos. Podemos observarlas en la plaza de Cuba; parques del Alamillo, de María Luisa, de Miraflores y Celestino Mutis; en la calle Blas Infante o en la placita frente a la iglesia de San Hermenegildo y la Puerta de Córdoba.

Conservemos con cariño las encinas urbanas, que se mantienen vigorosas en un entorno hostil y sujetas a mil avatares, siendo verdaderos símbolos del bosque ancestral que cubría los campos ibéricos. Hemos de preservar encendidos esos faros solitarios que nos iluminan y acercan a la grandeza del atávico medio natural que disfrutaron nuestros antepasados. No cortemos esas raíces milenarias pues, si lo hacemos, detendremos para siempre el eterno latido del corazón de nuestra tierra.

"El campo mismo se hizo/ árbol en ti, parda encina./ Ya bajo el sol que calcina,/ ya contra el hielo invernizo,/ el bochorno y la borrasca,/ el agosto y el enero,/ los copos de la nevasca,/ los hilos del aguacero" (Antonio Machado).

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