La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Asunción es la aldea de los galos contra el turismo invasor
Desde hace más de seis siglos me conocen con el nombre de Las Escobas, siendo primero espartería para venta de escobas, después taberna con despacho al por menor de vinos y hoy en día bar restaurante. Algunas crónicas y viejas leyendas cuentan que vi la luz en 1386, permaneciendo siempre en la antigua calle de Las Escobas, hoy Álvarez Quintero, a un tiro de piedra de las gradas de la Catedral y cerca de la antigua Plaza Mayor de San Francisco, de la Casa de Contratación de Indias, de la Casa Lonja de Mercaderes, del Guadalquivir y de las Atarazanas Reales. Mi barrio ha sido desde tiempo inmemorial un enclave de paso y comercios de toda índole, y me cuentan que era zoco en época islámica por su cercanía a la Mezquita Aljama almohade, a la cual observé convertirse en catedral cristiana un tiempo después de la reconquista de la ciudad por Fernando III. Las tiendas de judíos cambiadores y las gradas exteriores del recinto catedralicio continuaron la antigua tradición de compraventa y trueques del lugar, manteniendo un bullicio constante con gentes de todo tipo: ricos mercaderes españoles y extranjeros, aventureros e individuos de baja estopa que mercadeaban con productos que enviaban o arribaban del Nuevo Mundo, incluso con trata y venta de esclavos. Por todo este trajín, me han visitado año tras año personas de cualquier sitio, estirpe y ralea para finalizar un trato con un buen chato de vino o para aderezar cualquier acontecimiento.
En mi larga travesía he tenido distintos capitanes, estando en principio a las órdenes de Federico el Cojo y sucesores cerca de quinientos años. Los Linares, anticuarios y patronos a comienzos de la década de 1960, me restauraron y enriquecieron con nobles materiales, aunque sufrí la pérdida dolorosa de dos bellas columnas que poseía en la entrada actual y, por avatares de la vida, quedé varada a la espera de otros vientos favorables, que llegaron en 1977 cuando fui reflotada por Víctor Soriano y familia, que me gobiernan con cariño desde entonces. Hoy enarbolo orgullosa mi reciente título nacional de Decana de la Hostelería Española..., la primera.
A pesar de que sigo recibiendo muchos viajeros, recuerdo con nostalgia mis tiempos gloriosos durante los siglos XVI y XVII que me permitieron escuchar relatos, andanzas y poemas de grandes escritores: Cervantes, Lope de Rueda, Mateo Alemán, Lope de Vega... y otros que ya olvidé. En el XIX y el XX acudieron con asiduidad personajes de prestancia como Alejandro Dumas, Lord Byron, Bacarisas, los Álvarez Quintero o Fernando de los Ríos y Guzmán, el cual me amaba tanto que me compuso un romance, y con sus primeros versos al aire me retiro a mis aposentos: "¡Eres decana en Sevilla, Taberna de Las Escobas, pues ya cerca de seis siglos, con sus nieves te corona...!".
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