Una experiencia

Como siempre se puede aprender algo, de los manejos de Sánchez podemos tomar algún apunte provechoso

Dicen las encuestas más favorables al Gobierno que el PSOE acorta distancias, y las menos favorables que ha frenado su caída. En la calle se ve que va bajando el clamor popular contra Sánchez, quizá sustituido nada más que por la resignación, pero con menor intensidad. Esto me gusta muy poco, pues creo que Sánchez está laminando la separación de poderes y ejerciendo una política nefasta para la convivencia, pero es lo que hay. De primero de columnismo es no confundir los hechos con sus deseos.

El enfriamiento de la indignación es lógico, además. Resulta difícil mantenerse en ebullición política permanente cuando uno tiene otros trabajos que hacer, rutinas domésticas, proyectos personales y amigos buenos. Luego está el país que no se hunde con estrépito de la noche a la mañana y muchos que piensan que no irán tan mal las cosas cuando los trenes siguen –aunque con retraso– circulando. Por último, también están los que confunden los derechos adquiridos (pensiones, asistencia sanitaria, servicios básicos) con una concesión graciosa del presidente de turno. Lo había resumido Andreotti: “El poder desgasta sobre todo a quien no lo tiene”.

¿Es lo que hay? Sí, en parte. Al menos podemos sacar una enseñanza, que es lo que uno dice cuando la cosa está tan fea que no se puede hacer otra cosa. Peor aún sería tomárselo como una experiencia. Ya lo notó Chesterton: “Bueno, es una experiencia’, dice la gente para indicar que algo es irremediablemente desagradable”. La experiencia, ay, ya vemos cuál es, pero ¿y la enseñanza?

La enseñanza es que desde el Gobierno se puede hacer cualquier cosa y el escándalo público dura tres o cuatro semanas, como mucho. Ningún partido haría los disparates jurídicos y políticos de Sánchez, subvirtiendo el orden constitucional y faltando además a su palabra. De manera que, cuando cambien las tornas políticas, sería de desear que la derecha hubiese aprendido esta lección. Ninguna de las reformas pendientes (que cada vez son más) debería jamás dejarse de acometer por prudencia o miedo.

Serán medidas más sensatas y, además, tendrán mejor explicación que la amnistía; pero también Sánchez ha demostrado que quien aguanta gana. Desde el poder, como hemos visto, se puede hacer cualquier audacia. Hay que hacer oposición con todas las fuerzas, sí, pero a la vez hay que tomar apuntes. La experiencia nos la estamos llevando, que nos traigamos también la enseñanza.

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