La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La cochinada de los cubos de enfriar los tanques de cerveza
La exposición de los hermanos Manuel y Antonio Machado está siendo muy celebrada. Y con razón. Ha permitido que se ponga en el firmamento cultural sevillano la Fábrica de Artillería. Y, sobre todo, esta exposición, cuyo comisario es Alfonso Guerra y cuya coordinadora es Eva Díaz Pérez, ambos académicos de Buenas Letras, ha servido para que se vuelva a hablar de los Machado, y también de la división fratricida de las dos Españas. La exposición es buena y buenista, e intenta destacar el cariño fraterno que mantuvieron. No obstante, guste o no, son un símbolo de lo que ocurrió. Muchas familias quedaron rotas por las venganzas y el odio de ese conflicto de horror y muerte que fue la guerra civil.
Entre los dos hermanos, uno tiene buena prensa y otro la tiene mala. Nadie hizo más por Antonio Machado que Joan Manuel Serrat, ni siquiera Alfonso Guerra con su librería. Con Serrat aprendimos que don Antonio era cantable. Hasta se le dio la vuelta del revés a la saeta, y así el Jesús que anduvo en la mar fue interpretado por las agrupaciones musicales detrás de los pasos, mientras se balanceaba el Jesús del madero. Lo digo para que se vea que en esta España nuestra, devota de Frascuelo y de María, todo se mezcla, al gusto del cliente.
El hermano con mala prensa fue Manuel Machado. Sus exégetas han afirmado que era mejor poeta que Antonio (a mí me gusta mucho más Antonio, la verdad), y que había sido marginado por la progresía española, debido a su pasado. En ese pasado Manuel Machado fue un fervoroso republicano y tuvo veleidades de izquierda. Pero, una vez que comenzó la guerra, se pasó al otro bando. Sobre eso también hay polémica. Algunos pintan a Manuel Machado como un republicano converso al franquismo porque la guerra le sorprendió en Burgos, donde estaba el cuartel general de Franco, y allí fue detenido durante tres días. Pero no olviden que en la mudanza ideológica de Manuel Machado está su participación en la Corona de sonetos a José Antonio Primo de Rivera, por no hablar del “¡Bienvenido, capitán!” que escribió en Al sable del Caudillo. En 1939 parece que no le quedaba nada de su pasado izquierdista y republicano. De ahí a ningunearlo media una injusticia. Porque su aportación al folklore y al flamenco fue importante, y escribió poemas populares que la gente se sabe de memoria, sin conocer el autor.
Además de sus valores literarios, Antonio y Manuel Machado (escribieron La Lola se va a los puertos y otras obras conjuntas) representan a las dos Españas, que habían sido una sola. Se querían, se respetaban, ellos no se pelearon, vale, pero fueron víctimas de aquella división que destrozó a miles de familias.
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