El horror de los bares con cronómetro

No seremos dueños de nuestro tiempo ni en un taberna si se extiende la limitación del tiempo de uso de un velador

Una terraza de veladores
Una terraza de veladores / Juan Carlos Vázquez

Sevilla, 11 de julio 2022 - 04:00

Horror de los horrores. Hay bares que comienzan a limitar el tiempo de estancia de los clientes en las mesas en función de la comanda. Poco tiempo para un café, más tiempo si es una cerveza y una hora y cuarenta y cinco minutos para el almuerzo. Esto es peor que cuando se impuso el ingreso de dinero en la cuenta de los novios como regalo de boda. ¡Nos lo tasan todo! No seremos dueños de nuestro tiempo ni en un bar, territorio sagrado del ocio y tantas veces del negocio. En Sevilla ya hay alguno que ha puesto en práctica esta costumbre. Dice el dueño que así puede tener más clientes y bajar los precios. Tururú. Pues que no suba los precios, sino que los cambie en función de la franja horaria como hacen muchas cafeterías de París.

Ante estas iniciativas recuerda uno la enseñanza de uno de los taberneros ilustres de la ciudad: “No se le pueden poner pegas a quien viene a gastarse mil duros”. Limitar el tiempo es sencillamente una grosería. Primero empezaron por desaparecer las tapas en las mesas para servir solo raciones o eso tan estúpido del “plato”, después fueron restringiendo hasta anular el uso de las barras (tan sevillanas) con la coartada del covid. Y ya hay muchos establecimientos del centro donde directamente te sientas para almorzar o cenar. No hay otra opción. Se trata de lograr única y exclusivamente el perfil de cliente que más gasta. Ahora se quiere poner el contador del tiempo en la mesa como si fuera una partida de ajedrez. Si pide usted un café tiene derecho a trece minutos en el velador. Si es una cerveza, puede disfrutar de veinte. Damos por hecho que el cronómetro se activa cuando llegan las consumiciones. La hostelería no termina de salir de la crisis del coronavirus, está inmersa en la de la falta de mano de obra y ahora se mete con unos inventos que erosionan la imagen de la taberna como lugar para el reposo.

Tenemos ya suficiente presión del reloj todo el día para sufrirla también en un bar. Oiga, ¿si se piden gambas se gana una prórroga, verdad? Tengan por seguro que habrá quienes estén encantados con el tiempo limitado (que en realidad es castigo al gasto limitado) en las terrazas de los bares. Como los hay encantados de regalar dinero en una boda. Maldito parné que todo lo ensucia. Al final conseguirán que uno se quede en casa todavía más días y vaya a cada vez menos bodas. Cuando se hacía un regalo se empleaban criterio, tiempo y dinero. Ahora, con el bizum se convierte uno en un tasador desnudo de la calidad de una relación. Apliquen la analogía. El café, trece minutos. La cerveza, veinte. Pero de la gamba no sabemos nada. Algunas se tardan en pelar... si no son frescas.

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