NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
Los platos redondos son una amenaza a estas alturas de la película. O una garantía. Blancos, circulares, brillantes, limpios. Como una patena. Son lo contrario a un trampantojo. El plato circular y redondo puede ser hoy motivo de una hoja de reclamaciones. No hay que viajar donde no hayan estado los romanos ni entrar a comer donde los platos no sean circulares. Uno sufre con esos participantes de la cumbre de la ONU a los que han llevado a sitios donde ponen panes pequeñísimos (¿cómo se ordena en las tahonas amasar piezas tan diminutas?), pescados que no aguantan dos bocados y postres que son un canto al minimalismo. Pues ocurre. Y todos largan después más pronto que tarde. Pero no hay nada peor que los anfitriones de Sevilla con complejo de rancios. Eligen sitios de platos no redondos para agasajar a invitados que no quieren ir a esos negocios porque ya han fracasado en los lugares de moda de Madrid. Si alguien duda de esto, conviene recordar dónde han sido los dos agasajos de tronío de la cumbre de la ONU: en el Real Alcázar y en la Casa de las Dueñas. ¿Pero no los han llevado a comer a una de la naves donde se fabrican las piezas del Airbus 400-M en una apuesta por la Sevilla capital de la industria aeronáutica? ¿Y el hotel del rascacielos no tenía salones para una cena oficial con esas impresionantes vistas? ¿Y en el parque tecnológico de la Cartuja no había espacio para que vieran la evolución del terreno dedicado a la innovación? ¿Y en los emergentes municipios del área metropolitana no había lugares donde atender y al mismo tiempo vender el producto de calidad de la ciudad y su provincia?
Hemos mostrado a los participantes del foro de la ONU lo de siempre, lo mejor que tenemos, lo que nos ha legado la historia: el Real Alcázar y una casa particular de alta catalogación y de propiedad privada como las Dueñas. Y algunos visitantes han ido de forma privada a la Catedral de Sevilla. Esto es, toda una metáfora: los platos blancos y redondos. Nadie va a la Cartuja a ver nada. Hay que desengañarse. Todo lo que vendemos como modernidad es un puro complemento que lo mismo hay en Madrid que en el mejor barrio de Albacete. Se llama novelería y cateterío. La estación ferroviaria es un caos, el aeropuerto es de líneas de bajo coste y Fibes es una infraestructura grisácea y de corta obsolescencia que podría estar en Pontevedra o Lérida. Es cierto que resulta fundamental tener un gran salón de celebraciones como el Fibes ampliado (desubicador, feo y desarraigado), pero a la hora de la verdad se recibe en la zona noble. La ciudad de 2025 se sigue sosteniendo en las mismas dependencias que hace años, que hace siglos. Necesitamos la SE-40 como el comer, pero vendemos la marca de siempre por lo que hicieron otros. Reciban a los jefes de Estado en una venta del área metropolitana... Jajajá. Todo sea dicho en clave de humor, que hay quienes leen desde el avinagramiento. El calor es muy malo.
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