La ciudad y los días
Carlos Colón
Montero, Sánchez y el “vecino” Ábalos
Sevilla es la capital de Andalucía como refiere el Estatuto de Autonomía de Andalucía, pero la ciudad no tiene estatuto de capitalidad. No se atreven ni unos a exigirlo, ni otros a promoverlo. De vez en cuando lo pide algún candidato a la Alcaldía, pero se le olvida si llega al cargo porque en San Telmo nunca han querido saber de esta cuestión. El tinglado de la cumbre de la ONU, por ejemplo, podría tener unas compensaciones en función del estatuto de capitalidad. Hay quien dice que tener en Sevilla una masa de funcionarios de la Junta es ya de por sí un premio, una gran compensación. Ninguna ciudad andaluza sería menos porque Sevilla tuviera el estatuto de capitalidad, pero en fin... No son pocos los dirigentes públicos que han alimentado irresponsablemente durante años los agravios comparativos propios de perspectivas de catetos de campanario. El caos que se sufre en la vida urbana por efecto de la cumbre de la ONU es de órdago. Y eso que no han venido ni Trump, ni el Papa. Es una cumbre con muchos banderilleros por más que nos repitan el número de jefes de Estado y de Gobierno. Los atascos diarios, las calles cortadas, un agente de Policía en cada esquina, las líneas de autobuses urbanos suspendidas... ¡Qué alivio tendrán en Madrid al haberse librado de esta cumbre de medio pelo, pero con todas las incomodidades de una cita de primeros espadas! Una lástima que la mayoría de los asistentes hayan llegado al aeropuerto San Pablo (de líneas de bajo coste menos estos días) y nada más bajar de avión los hayan metido en las denominadas cápsulas de seguridad. ¡Qué barrila nos han dado con las cápsulas! No hay tanta botica para tanta cápsula.
Los banderilleros que son mayoría en la cumbre se han quedado sin probar los trenes de Óscar Puente, sin probar la experiencia de quedarse en medio del campo durante horas bajo la ola de calor, sin vivir esa inigualable incertidumbre de no saber a qué hora se llega a Santa Justa, sin conocer una estación sin bares en condiciones. Los metemos en el Salón de Embajadores con generosidad de cera encendida. ¡Pobre criatura a la que le tocara asiento a la vera de los candelabros de diecisiete velas! Se hartaría de pedir agua fría a Pedro Robles. Sin nadie de la primera potencia del mundo, sin Papa, sin presidente de Alemania, con el debilitado Macron como con dos insuficientes aparatos portátiles de aire acondicionado en la cena del Alcázar... Menos mal que anoche hubo cuchipanda ofrecida por Sánchez en la Casa de las Dueñas, vulgo palacio. Y ahí sí se disfrutan de todas las modernidades, como reza el cartel del hotel de los franciscanos de Guadalupe para no ahuyentar a los huéspedes. "La hospedería del monasterio con todas sus comodidades". El jueves acaba la cumbre, cesan los atascos y se reduce el calor. No tenemos estatuto de capitalidad, pero sí la esperanza. Y no reabramos el debate de las restauraciones.
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