El local maldito que Obama ha salvado

El ex presidente ha bendecido con el hisopo de su presencia un local que estaba gafado

06 de abril 2019 - 09:12

Cómo larga el personal del restaurante elegido para dar de cenar a Obama en Sevilla. Es cierto, no lo llevaron al Rinconcillo, ni a La Isla, donde Manolo el Gitano lo hubiera atendido de dulce; ni a probar la sopa de galeras de La Moneda, ni a Trifón, ni a la Alicantina, ni a La Raza con el parque de María Luisa de fondo. Nada de eso. A Obama lo mandaron a uno de esos restaurantes sin mantel que tanto éxito tienen ahora entre el esnobismo local. Que no hay cosa más rancia que un esnobista en clave hispalense. Y está muy bien, requetebién, que al ex presidente lo sentaran con mesa (y sin mantel) en ese sitio de la Plaza del Cristo del Burgos. Es el negocio que representa a la perfección el estado de la ciudad, de esa ciudad que queremos vender en la cumbre mundial de turismo, de esa ciudad que pretendemos que los operadores (sin quirófano) pregonen en China para que Sevilla sea una gran Plaza de Tiananmén con derecho a pavía. Esa ciudad inventada, nueva, hecha a la medida de nuestros señores los turistas, dicho sea a lo Mañara. El local en particular estaba en la lista de lugares malditos donde es difícil que funcione un negocio. Una vez nos explicó un empresario que en Sevilla existe una lista de locales de ubicación preferente, pero que por extrañas razones están vacíos porque los negocios no cuajan. Uno de esos locales era el de la Plaza de Cristo de Burgos donde Obama acudió a cenar. Por eso nos alegramos enormemente. El ex presidente ha bendecido con el hisopo de su presencia uno de esos locales que nos hemos hartado de ver año tras año con los papeles de periódico tapando las ventanas. Ahora ya el triunfo está asegurado. El establecimiento escogido por el equipo de Obama está especializado en "cocina fusión de autor sin fronteras, embaucando al cliente con influencias asiáticas, latinas y sobre todo gaditanas, que es de donde parte su esencia". Lo dicho: Sevilla pura más que nunca, la Sevilla más actual, la Sevilla nueva que ahora vendemos. ¡Que vuelva Zoido con la melva! Si es que no valoramos las cosas hasta que no las perdemos. Obama ha bendecido la Sevilla de la globalización, acudió a un restaurante de decoración alegre y bonita, pero que podría estar igualmente en Madrid, Barcelona o Valencia. ¿Y eso es bueno o malo?, preguntará el contertulio agresivo de guardia, preparado para apretar el gatillo para descargar. Anda que los vascos iban a llevar a Obama a un restaurante de cocina andaluza. Los norteamericanos no se avergüenzan de sus hamburguesas. Ni de su himno. Ni de su bandera. Nosotros enterramos la pavía. Vendemos una Sevilla nueva porque, en el fondo, somos un pueblo débil y acomplejado.

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