Pedro Sánchez no decepciona: no hay día sin nuevos pasos hacia el despropósito más absoluto y provoque intranquilidad, desazón y rabia en gran parte de los españoles al colocarse física y políticamente al lado de los que pretenden la destrucción del Estado. Pletórico por sus avances –la fallida investidura de Feijóo y su designación como nuevo candidato a la investidura, que el Rey no podía evitar– se apresta ahora a alcanzar el siguiente y definitivo objetivo: conseguir los votos necesarios para mantenerse en la Presidencia.

Lo tiene hecho, no va a encontrar excesivas dificultades. Solo un asunto puede quebrar su sueño: se las tiene que ver con un personaje tan venal como él, tan irresponsable como él, tan antiespañol como él, tan atrabiliario y falto de palabra como él, Carles Puigdemont. Y si bien Sánchez está dispuesto al sí bwana ante el prófugo independentista, no está escrito que en el último momento el prófugo decida que se queda en Waterloo, con mansión y todo pagado y con visitantes que le hacen la ola y le tratan de usted.

Sánchez tiene más poder que la mayoría de los presidentes porque además del vinculado a su cargo ejecutivo, él mismo lo incrementa al carecer de principios y torcer la ley todo lo que puede. Incluso va más allá de la ley, para convertirse en un personaje omnímodo. Solo Puigdemont puede pararle y de hecho algunos afines al prófugo le susurran en la oreja que está bien como está, que la Justicia española cuenta con profesionales que saben buscarle las vueltas al mismísimo presidente del Gobierno, y que se lo piense mucho antes de apalancar a Sánchez en La Moncloa.

En la España actual, con un PP ganador de las elecciones, con inmenso poder territorial y mayoría absoluta en el Senado, más un Rey que cumple escrupulosamente la ley y la Constitución, hace mucho frío. Político. El climático es más intenso en Waterloo, pero mientras le llegue el dinero catalán, Puigdemont vive como un rajá.

Aprobará una ley que se llamará como él quiera, pero será idéntica en resultados a la de la amnistía. Y aplaza lo relacionado con el referéndum. Pero… hay varios peros. El más inmediato, que el Tribunal Supremo presente un recurso de inconstitucionalidad, lo que paralizaría la aplicación hasta que resuelva el TC. Segundo, que el propio TC, presidido por un Conde Pumpido que dice que en su último destino profesional desea demostrar que es un jurista de primera y no acepta presiones, actúe con absoluta independencia. Así que… toca esperar. Pero nunca conseguirá Sánchez el respeto de gran parte de los españoles. Se ha aliado ya con quienes nunca debería aliarse un presidente del Gobierno.

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