Mazón, un año de indignidad

01 de noviembre 2025 - 03:10

Lo de menos es lo que hizo en esa hora de la tarde del nefasto día 29 de octubre de 2024 en la que se le perdió la pista y cuyo contenido él ha ocultado durante un año. Sólo sirve al morbo nacional especular sobre lo que todo el mundo piensa: que hubo demasiado tiempo entre acompañar a la periodista amiga al aparcamiento, después de cuatro horas en El Ventorro, y llegar a su lugar principal de trabajo, el Palau de la Generalitat valenciana.

Lo relevante es que, en esos momentos, muchos valencianos se estaban ahogando, viendo destrozadas sus casas o arruinadas sus vidas y su presidente se informaba –en el mejor de los casos– a través del teléfono, y nunca consideró que su único sitio decente para estar aquella tarde era al frente de los equipos políticos que intentaban, con mejor voluntad que acierto, afrontar las consecuencias de la mayor tragedia natural de su Comunidad en la edad contemporánea.

Era cuestión de prioridades. Cualquier político responsable, de cualquier ideología, habría cambiado su agenda al ser informado de las primeras desgracias de la dana y lo habría dejado todo pendiente para dirigir los esfuerzos públicos encaminados a salvar a la gente en peligro. Solamente un político indigno, frívolo y menos atento al interés general que a sus deseos particulares, puede anteponer una oferta de enchufe en la televisión que él maneja como un cortijo y los valencianos pagan a la necesidad de dedicarse en cuerpo y alma a salvarlos y protegerlos. Durante cuatro horas. Vuelvo al principio. Más importante que saber dónde estuvo Mazón en cada minuto de esas cuatro o cinco horas es constatar dónde no estuvo: en el único sitio donde debió estar.

Si me apuran, todavía ha hecho algo peor. No dimitir al día siguiente. No hubiera arreglado lo que ya no tenía arreglo, pero habría sido un gesto de dignidad y responsabilidad, al modo de “me he equivocado gravemente, ocurrió durante mi guardia y yo no estuve de guardia, os pido perdón”. Tan sencillo como eso. Muchos le habrían perdonado y muchos otros no, y él se habría ahorrado un año de clamores populares en su contra y las expresiones de rabia e indignación que le acompañaron hasta en el funeral del miércoles con los Reyes de España.

Ahora bien, la responsabilidad de que este president no se haya ido no es sólo suya. Hay que mirar hacia arriba. Hacia el presidente Feijóo. Será mañana.

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