Nadie dimite, a nadie lo cesan

04 de octubre 2025 - 03:11

La consejera de Salud de la Junta de Andalucía, Rocío Hernández, debió dimitir tras conocerse que dos mil mujeres sufrieron retrasos en sus diagnósticos de cáncer de mama. El presidente de la Junta, Juanma Moreno, debió destituirla al conocer que no iba a dimitir.

El caso es grave, y la respuesta, manifiestamente insuficiente. Hubo un fallo en el sistema de detección precoz del cáncer de mama que hace pruebas a medio millón de mujeres cada año: al bloque de pacientes sin diagnósticos concluyentes en sus mamografías no se les sometió al seguimiento debido por parte del Servicio Andaluz de Salud en los meses siguientes para darles un diagnóstico definitivo. Un número imposible de cuantificar de ellas ha desarrollado la enfermedad sin ser conscientes de su auténtico estado de salud.

La reacción del Gobierno andaluz ha sido de libro. Concretamente, del Libro de la Buena Excusa. Primero, la consejera no ha informado de este fallo hasta que ha saltado a la prensa y a la Fiscalía (hace años que se viene produciendo el retraso, y tampoco sus antecesores dieron cuenta de lo que estaba pasando ni lo abortaron). Segundo, ha pedido perdón públicamente, pero poniendo el acento en el “ruido” desatado en torno al caso más que en el hecho mismo. Tercero, el presidente también se disculpa, pero avisando de que por este error no se puede condenar a la sanidad pública andaluz en su conjunto.

No es suficiente. Rocío Hernández tiene que dimitir por aquello tan clásico de que la negligencia ha ocurrido durante su guardia, en un asunto de su estricta competencia, ha afectado al derecho a la salud de numerosas ciudadanas andaluzas y ella no ha reaccionado por iniciativa propia, sino a rastras. Juan Manuel Moreno, por su parte, está obligado a provocar su cese desde el momento en que ella no ha asumido voluntariamente sus responsabilidades. Quizás piensa, el presidente, que hacer una crisis en vísperas electorales le perjudicaría. Es justo al revés: lo que puede perjudicarle es inhibirse en un caso que atañe a la gestión más cuestionada de su legislatura.

Pero aquí no cesa nadie. La ministra de Igualdad actúa igual: se queja del “ruido” en torno al fallo en las pulseras antiviolencia de género después de meses de conocerlo y ocultarlo sin que se le pase por la cabeza dejar el cargo. ¿Y qué me dicen de Mazón? Éste no ocultó nada, se ocultó él. Detrás de 229 muertos.

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