La crónica económica

Manuel / Hidalgo

¿De nuevo Keynes?

26 de septiembre 2008 - 01:00

LO cierto es que en estas dos últimas semanas se han escuchado multitud de lindezas que califican la intervención que prepara el Tesoro norteamericano en su sistema financiero. He leído desde "socialización" hasta "intervención a la china", además de muchos otros calificativos que sólo pueden salir de las bocas de aquellos que aún no han entendido bien ni el problema de fondo ni la actuación.

Durante los años 80, se impuso en la política económica aplicada por ciertos gobiernos lo que desde hace tiempo denominamos el neoclasicismo o neomonetarismo. Esta parcela del pensamiento económico defiende la contención del papel del Estado en la economía y la neutralidad de la política monetaria. Debe ser el mercado el que, ligeramente orientado, nos lleve a largo plazo a la senda del crecimiento económico sostenible y a mayores cotas de bienestar. El keynesianismo, pensamiento económico más intervencionista y defensor de un papel más importante del Estado, y dominador desde los años 30, se movía en franca retirada y ya a finales de los 90 se podía certificar su derrota como guía única de las políticas económicas de los países occidentales.

La pregunta que hay que hacerse en estos momentos es si estamos ante un renacimiento del keynesianismo. La respuesta es no. Aunque es aventurar demasiado que este pensamiento haya pasado a la historia, tampoco es cierto que estemos viviendo una importante revitalización del mismo. Aunque la intervención propuesta por el Tesoro norteamericano tiene atisbos keynesianos por su filosofía interventora, en realidad no lo es. Esto es así porque la intervención no tiene como mero objetivo elevar el gasto público. En este caso concreto, el objetivo del Gobierno es utilizar dinero público para convertir, garantizar y respaldar gran parte de los activos financieros definidos como tóxicos. Básicamente se quiere insuflar confianza en los mercados financieros con el respaldo del Estado. Si no hay confianza en estos mercados, el real no podría funcionar. Por lo tanto, la ayuda al consumo y ala inversión es indirecta.

Los efectos macroeconómicos pueden ser similares a un simple incremento del gasto público. En definitiva, supone la puesta en circulación de ingentes cantidades de dinero. Pero, en realidad, se está intentando sostener la confianza de los inversores. Se intenta evitar el colapso del sistema, no sustituirlo.

Que de esto aprendamos que el desarrollo financiero de los últimos años no era sostenible y que hay que regularlo más estrechamente no implica un deseo interventor sin más, sino regular un mercado que necesita su libertad, pero no libertinaje.

Después de que la tormenta pase, sería necesaria, además, una reunión al máximo nivel de todos los países para redefinir las reglas de funcionamiento del sistema financiero internacional. En un mundo globalizado como el actual, ciertas medidas no tienen sentido si no están consensuadas y aplicadas por la mayoría de los países.

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