Los ojos de Boni

21 de agosto 2025 - 03:08

Qué mirada tan triste tiene Bonifacio. Va para octogenario, le faltan tres cumpleaños, y a pesar de que salió de su pueblo natal, junto a Coruña, siendo tan sólo adolescente, conserva su acento gallego como si acabase de llegar de la cetárea de al lado de su casa, junto al mar que tanto añora. Qué ojos más tristes, qué mirada lánguida, a la que no llega la sonrisa ni siquiera cuando se toma dos vinos con los amigos y comentan las cosas de la vida, a menudo entre bromas. Parece que la alegría no tiene fuerza suficiente como para ascender por sus pómulos cansados e instalarse en unos ojos que suelen quedarse abstraídos, mirando el tráfico, aunque yo pienso que está mirando más lejos, al París al que se fue jovencito, o luego, cuando emigró a Montevideo y pasó más de diez años en Uruguay antes de volver a cambiar de horizontes y trasladarse a Nueva York para completar su vida laboral. Nunca he entendido por qué acabó instalado en Madrid, con su mujer y sus hijos. Pero ahí recaló y ahí sigue. Mira triste Bonifacio con una gorra que le tapa una cicatriz. El que ha visto mucho no se asombra de nada, me comenta. Pero el que sigue viendo vuelve al asombro, porque verdaderamente la vida siempre tiene cómo sorprendernos. Su sintaxis posee las alteraciones de quien ha vivido en varios sitios e idiomas. Me parece simpático escucharle hablar en inglés, con mucha soltura y con un acentazo gallego que le hace cantar las frases. Por qué estará triste el Boni. Nos vemos en el bar de Mavi y Anand, donde él pasa horas en la tertulia de los parroquianos. Y todos parecen salidos de una novela de Delibes. Alguien me habló una vez de los problemas de drogas de uno de sus hijos, y de cómo aquello había tocado mucho su matrimonio. No tengo más datos. Pero yo veo sus ojos como un lienzo que hubiese sido usado demasiadas veces para pintar cuadros encima de los anteriores, y ya no sé si llego a dudar, y si esa tristeza que yo aprecio es simplemente cansancio. Pero me atreví a preguntarle. Boni, ¿por qué tienes tan triste la mirada? Y él, gallego, sin responder, devolviéndome con sabiduría el envite, me dijo: “Uno sólo ve lo que quiere ver, y los ojos de los demás son espejos. ¿No verás en mí una tristeza tuya?”. Y ya no seguí preguntando, porque me lo había respondido todo.

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