Un país para el psicólogo

El PP va a inaugurar un altar a Felipe y Guerra, Sumar no sale de la depresión y Sánchez volvió más radical de lo que se fue

Un país para el psicólogo

Un país para el psicólogo / Dpto. de Diseño

ESTE país está para el psicólogo. Necesita una pastilla para dormir todas las noches desde que perdió la brújula. Si los franceses volvieran a ocuparlo, el personal no sabría si luchar o si pedirle un selfie a Napoleón. España está tan harta de sí misma que aguanta lo que le echen. La suerte de catalanes y vascos la observa con indiferencia. Vive tan inmersa en la polarización, cegada por la furia y la negación del adversario, que su mente ya no piensa con claridad y el corazón se le sale por la boca. Que se lo digan a su presidente, que se tomó cinco días de retiro espiritual, estresado y al límite, y regresó más radical de lo que se fue. Ha roto relaciones con Argentina y nos ha enemistado con Israel tras declarar el Estado palestino sin pestañear, a cambio de nada. La mayoría podría estar de acuerdo si no fuese porque no parece el mejor momento y porque la factura, nunca mejor dicho, será dolorosa. Al ritmo que va, cualquier día le da por cerrar nuestra embajada en China sin avisar por perpetuar su régimen autoritario.

Nunca un Gobierno abrió tantos frentes a la vez. El suyo provoca reacciones simultáneas, lo mismo en política exterior que con la ley del suelo. La cortesía parlamentaria está de luto. Saludar al rival está mal visto, compartir una foto es calificado casi de alta traición y de apoyar proyectos clave de interés general ni hablamos. ¿Quién piensa en el ciudadano? Hasta la familia dejó de ser intocable. La ambición de poder y el deseo de colonizar las instituciones que ejercen de contrapeso siempre acompañó a los dirigentes, pero el Ejecutivo de Pedro Sánchez ni lo disimula. Admitamos también que domina los tiempos y la estrategia mejor que sus rivales a la hora de desviar la atención al precio que sea. Ya casi nadie atiende al caso Koldo, ni a la amnistía. Dicen sus encuestas que la jugada le ha salido redonda pero hasta las europeas nadie sabe nada. Los partidarios de Vox jalean cada exabrupto de Milei contra Sánchez y éste parece encantado. El empeño de Vox por trabajar a tiempo parcial para el PSOE es proporcional al que ponen los socialistas en alimentar a los de Abascal para que no se desinflen. A ambos les une la misma causa. Mientras que Vox siga contando, al PP se le complica la mayoría absoluta. Feijóo medita ante el espejo si girar al centro para atraer a los moderados del PSOE, o si disputarle cada centímetro a Vox por la derecha. Como no se decide, los populares están a punto de inaugurar un altar con Felipe y Guerra, la kriptonita de Sánchez. Los líderes de Sumar son los que peor lo llevan. Están tan desesperados que bloquean las leyes de su Gobierno. Pero el líder socialista ni se inmuta. Desde que su partido intentó apartarlo de un manotazo, le cuesta gobernar sin un enemigo enfrente, real o inventado, para tensionar el ambiente. Son los mismos fantasmas que no dejan dormir a España.

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