EL TIEMPO Llegan temperaturas de verano a Sevilla en pleno mes de mayo

Una primavera para huir

EDITOR DE LA 'REVISTA MERCURIO'

El llamado Blue Monday, el día más triste del año inventado por un profesor de la Universidad de Cardiff, solo sirve para anunciar que detrás viene el Blue Tuesday. A su vez, el día de ayer nos puso a tono para celebrar las grises exequias de hoy, festividad de Blue Wednesday. Farsa y memez aparte, el supuesto día más plúmbeo del año no es más que un anuncio de que el largo invierno aún tardará en pasar. La tierna nevisca de los almendros en flor nos anunciará en silencio que la grisura del camino va cobrando ya otros tonos.

Queda tiempo aún para que llegue el alegre trote de la primavera (la coqueta prima Vera, como la llamaba Julio Martínez Velasco). No obstante, tenemos motivos suficientes para inquietarnos por lo que parece que se aviene. Esto es, la propia primavera y su jubileo, al sevillano modo, de sol, clavel, incienso y mantilla de nardo. Dice el alcalde Antonio Muñoz que "en primavera va a haber mucha actividad para elevar el ánimo de los sevillanos". ¿No resulta inquietante? Si una nueva variante de coronavirus no chafa los planes, a partir de marzo viviremos un frenesí de gozo activo, con mucho de erupción caliente y ansia reprimida.

Desde hace años la llamada marca Sevilla ya no vive de la única explotación de la Semana Santa y la Feria de Abril. El reclamo se ha vuelto más versátil, como se vende justo ahora en el Fitur de Madrid. Pero humilde servidor, como casi todo hijo nacido bajo el Mediodía, sigue asociando la primavera con la pollina del Domingo de Ramos y el posterior retiro a la gloria efímera y portátil de la Feria. Claro que existe la Sevilla de la modernez y la creatividad, sumida en otros tejidos culturales y ajena al tipismo. Aun así, el cartel de las fiestas de primavera de Sevilla no miente como para mostrarlo en Fitur. Ahí no aparece más que el mismo sueño ensimismado de siempre: Semana Santa y Feria.

De ahí, como decimos, la inquietud que nos asiste. De marzo a mayo parece que vamos a vivir la madre de todas las primaveras. Más de uno está pensando ya qué exilio elegir para cuando las feromonas de la ciudad estallen con jubilosa violencia. No somos de corazón paliducho y estamos por disfrutar del sol acariciador y de los cielos azul pavo bajo algún que otro mantillo de lluvia agradecida. Pero da pavor pensar en bullas, veladores atestados y, sobre todo, en el aterrador flamenquito al aire libre que traerá Dionisio con su guitarra ambulante. Quizá haya que ir planificando ya una escapada a Molina de Aragón, en la Siberia española.

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