DERBI En directo, la previa del Betis-Sevilla

Lo prometido

Las promesas que nos hacen a nosotros no hace falta apuntarlas porque se olvidan muchísimo menos

Este es un artículo de utilidad pública, aunque por lo privado y a bote pronto les fastidie. No importa porque les haré un favor fastidiándoles. Me parece necesario, sobre todo ahora que nos pasamos la vida diciendo que Pedro Sánchez no tiene palabra y que miente más que habla. Lo de Sánchez y la mentira es verdad, pero, para decirlo con tranquilidad de conciencia y autoridad moral, hay que tener cuidado de no caer uno en la misma mecánica. En el ámbito mucho menor de nuestras posibilidades, por supuesto.

Yo prometo bastante a la gente. Que les voy a mandar un libro, que voy a leer su libro, que voy a invitarlos a cenar a casa, etc.; y luego se me olvida. Prometo mucho en los momentos de exaltación de la amistad, tan peligrosos. Miguel Hernández hizo la dedicatoria quizá más sensual y seguro que la más descortés de la poesía contemporánea. Le dedicó su libro El rayo que no cesa a Maruja Mallo con estas palabras groseras y exactas: “A Maruja Mallo, en cumplimiento de una promesa que habrá olvidado como si fuera suya”. Es tremenda. Dice de un tajo que Maruja hizo promesas que olvidó y todavía más. Que su indiferencia por el poeta era tal que hasta habrá olvidado las promesas que él le hizo a ella. Acierta el cínico-romántico Hernández. Hay que pasar mucho de alguien para olvidar incluso lo que te prometió.

Ahora va mi consejo. Para no olvidar nuestras promesas lo mejor es abrirse una aplicación de notas en el móvil y apuntar enseguida lo que prometes como con un cincel en el mármol. Más tarde, al principio, te quedarás asombrado de la de cosas que vamos prometiendo alegremente a unos y a otros. Con ese ritmo, no nos daría la vida. El resultado, por tanto, es doble. Uno no olvida jamás sus promesas y, además, se terminarán haciendo muchas menos, por la cuenta que nos trae, si luego hay que cumplirlas.

Las promesas que nos hacen a nosotros no hace falta apuntarlas –salvo que seamos Maruja Mallo– porque se olvidan muchísimo menos. Prometo solemnemente, no obstante, que no escribo este artículo porque nadie se haya olvidado de algo que me prometió, que en ocasiones me ha pasado que alguien se creía que algo lo escribía por él. Si alguna vez le prometo algo y usted ve que no saco el móvil para apuntarlo en mi aplicación, tiemble por la suerte de la promesa. O mejor aún, recuérdeme que la apunte en un momentito, que no se tarda nada. Lo último que quiero es hacerme el loco.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios