Cuchillo sin filo

Francisco Correal

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La rendición de Breda

Las lanzas del cuadro de Velázquez pueden terminar convertidas en alfombras

La vicepresidenta del Gobierno en funciones, Yolanda Díaz, pasante de Pablo Iglesias tras la espantá de Cagancho de Galapagar, podía haber visitado uno de los siete municipios madrileños golpeados por la Dana de los demonios. Topónimos que suenan a rutas de senderismo y paseos virgilianos pero donde la climatología desató su furia con alardes de cíclope: Aldea del Fresno, Villa del Prado, Villamanta, Villamantina, Villanueva de Perales, Navalcarnero y El Álamo. Este último suena a sitio y asedio, a película del Oeste con las aventuras de David Crockett, pero la vicepresidenta prefirió otro asedio. En lugar de bajarse al barro de esos municipios madrileños, se fue al lodo de Bruselas para hacer un jijí jajá con un prófugo de la justicia, con un golpista.

Yolanda Díaz cambió El Álamo por La rendición de Breda. Velázquez terminó este cuadro, conocido como Las Lanzas, en 1634. Un año después, se incorporó a la gran sala del palacio del Buen Retiro para que Felipe IV presumiera de las cinco victorias españolas de 1625: La rendición de Breda que inmortalizó Velázquez, La defensa de Cádiz frente a los ingleses (Zurbarán), La recuperación de Bahía (Maíno), El socorro de Génova (Antonio Pereda) y La expulsión de los holandeses de San Juan de Puerto Rico (Eugenio Cajés). La nómina de cuadros, batallas y pintores aparece en el libro del hispanista francés Alain Hugon Felipe IV y la España de su tiempo.

En esta nueva rendición de Breda, al perdedor, que en el cuadro de Velázquez era el holandés Justine de Nassau, no se le ve, ya que envió por delegación a la baronesa de Flandes Yolanda Díaz. El papel de Ambrosio Spínola, el banquero genovés que venció en el asedio, lo interpreta Carles Puigdemont, al que le deben producir arcadas representar los intereses de España en un estratega que mandaba un ejército multinacional en el que los valones, borgoñones e italianos superaban en número a los efectivos españoles.

Valido de sí mismo, el conde-duque de Sánchez (a don Gaspar de Guzmán lo retrató Velázquez el mismo año que pintó Las lanzas) en lugar de pintores tiene una corte de juristas de cámara que estarán preparando el terreno para esta normalización, para que las lanzas se conviertan en alfombras. Me acuerdo de la frase de Botines, el gángster de Con faldas y a lo loco, cuando la Policía descubre el garito del juego y le dice que se encomiende a buenos abogados. “Tengo a los mejores. De Harvard”, y como un resorte se levantaron los cuatro armarios empotrados que le acompañaban, su bufete de guardia.

¿Dónde está escrito que la compañía de Abascal sea más perniciosa que la de Puigdemont y Otegui? Yolanda Díaz cambió Villamanta y Villamantina por verse con el anacoreta de Waterloo, batalla que no estaba en la sala del Buen Retiro. Es como si el Gobierno de Felipe González hubiera anunciado la incorporación al Ejecutivo de Luis Roldán o el ministro de Defensa en febrero de 1981, Agustín Rodríguez Sahagún, le pidiera un receso a Tejero para reunirse con el general Alfonso Armada. Las dos películas tenían el mismo director, George Roy Hill: El golpe, Dos hombres y un destino.

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