Todos los santos en Triana

¿Cuántas veces la Esperanza fue el último recurso al que se aferraban quienes se hundían en las dudas de la fe?

Al balcón del cielo (ese tan grande, que aparece en tantos pregones) se asomarán hoy todos los santos. El balcón puede que se abra en lo alto del río, para ver bien el puente, donde toda Triana y gran parte del extranjero se arremolinará en torno a la Esperanza. En la pasada noche de vísperas, que algunos enturbian con celebraciones de ritos paganos, todos los santos habrán recordado que es 1 de noviembre, el día en que los creyentes se acuerdan de ellos. Y esta mañana habrán pensado en la Virgen sencilla y afable que acuna al Niño Jesús en Omnium Sanctorum. En ese templo de la calle Feria se recuerda todo el año a los santos, y singularmente cuando la Virgen sale en procesión, como volverá a ocurrir la próxima semana. Pero hoy es una jornada especial: el día en que la Esperanza irá a la Catedral para que todos los santos admiren a la Reina de Triana.

La Esperanza conmemora su historia. En este año, su templo de la calle Pureza ha sido centro de peregrinación para ganar el jubileo concedido. Pero son muchos más los recuerdos de quienes han peregrinado a Triana a través de los siglos. ¿Cuántas veces esa Esperanza fue el último recurso al que se aferraban quienes se hundían en las dudas de la fe? Esa Esperanza era la Marinera que les ofrecía una mano milagrosa a la que agarrarse, cuando los temporales eran fuertes y apenas quedaban fuerzas para resistir. Puede que la última luz de la Esperanza estuviera entonces en el brillo de sus ojos.

La Esperanza fue capitana de los navíos de Triana, la que dirigió a marineros de túnicas verdes por los mares de unas madrugadas que nunca tuvieron fin. La Esperanza fue la que se asomaba a los corrales del barrio para que la vieran sus vecinos, los más pobres, los que sólo tenían su miseria, y a veces entre la incomprensión de quienes les menospreciaban. La Esperanza se paraba las mañanas de Viernes Santo delante de las rejas en la vieja cárcel del Pópulo, cuando las saetas eran alabanzas mezcladas con lamentos, no se sabe si por el arrepentimiento o por la desesperación.

La Esperanza cruzaba el puente, desde que su mirada se amplió a la otra orilla de Sevilla. Sus hijos rompieron las fronteras, quizás habían emigrado del barrio, a nuevos polígonos, a edificios que se desfigurarían con el tiempo, convirtiéndose en corrales y en cárceles para encerrar las ilusiones. Pero siempre les quedaría esa última Esperanza, la que vieron desde niños cuando se les iba con su manto verde.

Y, por eso, hoy todos los santos se asomarán para verla; porque el 1 de noviembre es también el día de la Esperanza de Triana.

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