El poliedro

José Ignacio Rufino / Economia@grupojoly.com

El tabú de los gastos militares

Gran parte del déficit público griego podría enjugarse reduciendo el gasto en armamento francés y alemán

MIENTRAS en el mundo económicamente emergente las empresas trabajan en ampliar mercados, en ganar músculo financiero y en aumentar ventas y dimensión, en el Viejo Mundo (sin mayúsculas también vale), las instituciones, las empresas, y los individuos "trabajamos en costes". Movistar da, sin embargo, la de cal, al poner tanto dinero encima de la mesa como recorte se autoinfligirá Fomento (6.500 millones), para hacerse con el paquete de control que Portugal Telecom tiene en la principal operadora brasileña, Vivo. El planeta cabecea hacia el Este, y también hacia América: Brasil es un mercado de promisión. Con excepciones como ésta, las empresas (los gobiernos, las familias), por estas latitudes, pelean por ajustar su estructura de costes a sus menguantes fuentes de ingresos. De inversión, ni hablamos.

Hace año y pico, Krugman vino al Sur invitado por la CEA a decirnos que teníamos que hacer lo que ahora hacemos: perder kilos, o sea, rebajar nuestros salarios. Él habló de un 15% por las buenas (por la mano de los gobernantes y empresarios), y bastante más por las malas (por la mano de la deflación). Estando todos de acuerdo en lo inevitable de reducirse y ajustarse, queda por aclarar en qué partes de nuestro cuerpo y cuándo. ¿Perder líquido rápido con diuréticos, recurrir al fármaco demacrante y quitar panceta quirúrgicamente?, ¿o luchar contra el michelín masculino y la femenina pistolera con dieta y un plan de fitness largo y pesado? Recortar la capacidad de movimiento y crecimiento es insensato salvo como medida de urgencia transitoria; recortar en lo superfluo, en lo prescindible y en lo que no conforma nuestra razón de ser como organización o persona es el objetivo y la exigencia. Por cierto, Krugman -y miles tras él- no sólo recetó perder peso en los salarios: habló de una caída equivalente y paralela de los precios. No sólo de los de las casas y los coches.

En relación con el baño helado de realismo que debemos darnos y que achica todo lo inflacionado, no se pierdan las palabras del diputado verde franco-alemán Daniel Cohn-Bendit, hace un par de semanas en el Parlamento Europeo (Youtube: "Daniel Cohn-Bendit subtitulado en español sobre ayuda económica a Grecia"). Cohn-Bendit, apodado Dany El Rojo cuando lideró Mayo del 68, es un parlamentario de una pieza; escuchar su elocuencia, su pasión y, más importante, la valentía y razón de sus palabras mueve a envidiar ese tipo de político que nada tiene de colgado alternativo. Pide justicia y racionalidad para el muy poco realista plan de ajuste griego. Más allá de afirmar, como hace, que los préstamos concedidos a Grecia son una forma de ganar dinero fácil con los diferenciales de tipos de interés (lo tomo al 2 y lo presto al 6), Cohn-Bendit toca una llaga muy olvidada: la de los gastos militares. Lean unos datos del gran baile de la hipocresía y la ceguera de conveniencia, "les prestamos dinero para que nos compren armas": Francia acaba de vender a Grecia 6 fragatas por 2.500 millones; helicópteros por 400 millones; un buen número de cazas Rafale a 100 millones la unidad; Alemania, por su parte, ha vendido también a Grecia 6 submarinos por 1.000 millones. A la vista de estos datos -los millones son de euros-, el conflicto greco-turco es una de los principales sumideros de los dineros públicos helenos. Al núcleo duro de la Europa comunitaria -Alemania y Francia-, ese conflicto, con Chipre como excusa, le resulta de lo más rentable. Presionar a los eternos candidatos turcos y a los orejadeburro griegos para que emprendan un proceso de desarme en la zona sería una vía más que eficaz para ayudar a las finanzas griegas. Pero eso no va a pasar. De la misma forma, aquí pagamos jugosas pleitesías adquiriendo tecnología y know-how militar francés y alemán, a cambio de fondos europeos de diversa naturaleza. Sobre esto, tampoco hablamos. No se trata ya de antimilitarismo: se trata de presupuesto. De trabajar en costes.

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