¡Que vuelva Pablo de Olavide!

11 de julio 2025 - 03:06

Para esta columna de los viernes, mía y para usted, de análisis del sevillano percal, andaba estos días apuntando los temas que me queman. Conclusión: Sevilla está barroca de remate. Los que anoto parecen asuntos del XVII: los ánimos de varias hermandades calentitos como la barandilla del puente; los transportes invertebrados –ay de aquel cuyo avión aterrice pasada la medianoche, a poco que se entretenga solo puede llegar a la ciudad en taxi (o a pie)–; los vecinos de cada vez más barrios con cortes de luz y (de paso) criminalizados por un argumentario especializado en echar, con la frescura que confiere estar bajo el aire acondicionado, balones fuera; basuras que rebosan en la basura; los nuevos vándalos, hijos de los hijos de aquel Gunderico que tomó la ciudad causando destrozos significativos, bailando la conga dentro de la fuente de la plaza de la Alianza; los ultramontanos de valle que apoyaron los presupuestos del burgomaestre instando a que se deje de aprender la lengua de algarabía, por ser fabla infiel, entre otras lindezas más propias de la época del Felipe II que del VI. Y esta afición consistorial por acabar con las pocas sombras vegetales que quedan en la ciudad de los 43 grados. No pretenderán que la conversión de los árboles de los jardines de Manuel Ferrand en solar para aparcamientos lo van a paliar poniendo no sé cuantitos plantones donde no estorben a los intereses económicos de unos pocos, tal discurso ya no cuela. Entre tanto, gran fachada de grandes fastos: luces galácticas, cumbres, bafles. Viva el Barroco.

No les sigo afligiendo con mi resumen. Solo les escribía para decirles que, así las cosas, me he escuchado a mí misma implorar la venida, en plan parusía, de un dieciochesco Pablo de Olavide que ponga coto a los excesos de ciertos gremios; reorganice el urbanismo, las sombras, las conexiones entre transportes, los ensanches y accesos a la ciudad (poco pasa en esas circunvalaciones de baches y vericuetos); reedifique-dignifique los barrios marginales; ponga baños públicos; revise el reglamento de limpieza de las calles y revitalice el grupo de diputados de husillos. Que convierta las durísimas avenidas en nuevos paseos de las delicias. Que reabra por fin el Lope de Vega. Que funde otra vez los Amigos del País de Sevilla, que ponga coto a las salidas extraordinarias. Encontraría la idéntica reacción y antipatía que en 1767, sin duda.

stats