Madre mía, Pedro, ¡te has quedado a gusto! Resulta que he ido a verte con una bolsa de Risketos, que todo hay que decirlo, ¿y con qué me encuentro? Con todo. Porque tu película se ha echado a la espalda todas las causas de rabiosa actualidad. Probablemente, aquel pecho llorando leche que revolucionó Twitter e Instagram me llevó a creer que Madres paralelas sería una historia que abordaría dos maneras de afrontar la maternidad, pero salí del error al principio de la película. Resulta que la trama iba a girar en torno a la defensa de la memoria histórica. Sin embargo, cuando parecía que los muertos de ayer volvían para reclamar justicia, vas tú y pones sobre la mesa la cuestión de la bisexualidad, planteándonos, además, nuevos modelos familiares. En el camino te haces eco de los abusos a las mujeres, a través de la violación grupal que sufre una de las protagonistas, al mismo tiempo que reclamas la implicación de todas en el feminismo. Para mi gusto, Madres paralelas cuenta con un exceso de tramas que, personalmente, no me han conmovido aunque hayas planteado la historia con tu inconfundible y brillante estética.