Con frecuencia la globalización es percibida como un proceso de occidentalización. Sin duda, quienes tienen una visión optimista del fenómeno celebran esta "contribución" de la civilización occidental al mundo. De hecho, hay una historia bellamente estilizada que acompaña esta lectura, al parecer, seria. Todo sucedió en Europa. Primero el Renacimiento. Después la Ilustración. Y luego la Revolución Industrial. Y esos grandes logros se difundieron al resto del mundo. Visto de esta forma, la globalización no sólo es buena, sino también un "regalo" de Occidente al planeta. Y ocurre que los defensores de esta interpretación de la historia se enojan no sólo porque muchas personas ven este "gran beneficio" como una maldición, sino también por la forma en que un desagradecido mundo no occidental desdeña y censura esa "beneficiosa" concesión de Occidente. Como muchas buenas historias estilizadas, también ésta tiene un deje de verdad, pero también mucha fantasía que alimenta una división global artificial.