La coincidencia en el tiempo del asesinato en el Líbano del número dos de Hamas, Saleh al Aruri, y la masacre de casi cien personas en Irán durante un homenaje al general Qassem Selimani –abatido por drones de EEUU en 2020– demuestra hasta qué punto Oriente Medio es un polvorín que está a punto de estallar, si es que no lo ha hecho ya. A estas alturas nadie duda de que Israel se ha instalado en la lógica de guerra y está dispuesta a perseguir y destruir a la organización terrorista Hamas ignorando si hacen falta las normas más elementales del derecho internacional, algo que, por otra parte, está dentro de la tradición de autodefensa del estado judío. La segunda, reivindicada por el Estado Islámico, pone una vez más de relieve que hay grupos muy interesados en que Oriente Medio salte por los aires y arrastre al planeta a una crisis de primer orden. Otros acontecimientos, como las acciones de los proiraínes rebeldes hutíes contra el comercio marítimo internacional en el Mar Rojo, que amenazan una de las principales rutas globales, nos indican que Irán sigue siendo uno de los agentes más nocivos para el orden internacional, pero que lo último que le interesa a Occidente es que termine de estallar en la zona una gran guerra que se sumaría a la ya muy embarrada de Ucrania y que nadie sabe cómo podría acabar. Es por tanto urgente que EEUU y la Unión Europea terminen de diseñar una estrategia común que tenga como principal objetivo enfriar un conflicto que puede llevar al mundo a un escenario muy negativo. Es importante que se convenza a Israel (y en eso EEUU tiene un papel fundamental) de que es hora de ir aminorando una guerra que, si bien tiene un origen justificado, ya empieza a carecer de sentido y está suponiendo un altísimo coste de vidas humanas inocentes, además de un desgaste enorme de la imagen internacional de Israel. Es hora de enfriar Oriente Medio.