La culpa la tiene el otro

El hecho de que ni PSOE ni PP reconozcan sus propios errores es un síntoma más del bajo nivel en el que se debate la política española

En las últimas semanas de escándalo y crispación en el Congreso, han sido muchos los dirigentes políticos de todos los partidos que han hecho llamamientos a rebajar la tensión y a reconducir el debate por métodos más moderados. Incluso Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, y Alberto Núñez Feijóo, líder del principal partido de la oposición, se han pronunciado en esta línea. Pero todos con un denominador común: la culpa la tiene el otro. Es decir, que el examen de conciencia y el propósito de enmienda brillan por su ausencia, por lo que hay que esperar que, tras el paréntesis de la Semana Santa, que constituye una tregua obligada por falta de actividad, volvamos a episodios iguales o similares a los vividos en las últimas sesiones de control. El hecho de que ni el PSOE ni el PP reconozcan errores propios y consideren que lo único que han hecho es una legítima defensa frente a las agresiones del contrario es un síntoma más del bajo nivel que ha alcanzado la discusión política en España. En medio de un contexto nacional e internacional muy preocupante –Cataluña vuelve a ser un problema y Rusia, cada día más, una amenaza– los políticos han decidido instalarse en una burbuja de la que no son capaces de salir y en la que lo más importante es el ataque y la bronca. No es la primera vez en la historia de la democracia española con una tensión disparada y una polarización importante. Pero quizás asistimos a unas cotas de crispación y de falta de ideas que no se conocían con anterioridad. Las redes sociales, como fenómeno propagador de descalificaciones e insultos, tiene mucho que ver, pero también influye en este estado de cosas la calidad de los liderazgos. Nunca la política española había estado tan ayuna de líderes con capacidad de proyección entre la ciudadanía. El resultado es una progresiva desconexión entre política y sociedad, lo que es una receta segura para debilitar la democracia.

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