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Tribuna

julián aguilar garcía

Feliz año tributario

Feliz año tributario

Feliz año tributario

Ea, pues ya estamos en un año nuevo. Ya quitaron las luces que se ponen por Navidad. Las tiendas ya sustituyeron el reclamo de los Reyes Magos por el de las rebajas. Ya recogimos el espumillón, el arbolito y, lo más importante, los belenes en las casas. Ya nos hemos terminado la última tableta de turrón. Ya podemos volver a desplegar mala leche colectiva e individual porque terminó el tiempo oficial de las buenas intenciones. Ya hemos dejado de ir al gimnasio al que nos apuntamos el uno de enero. Y ya está Hacienda de vuelta.

Año nuevo, pero en pocos aspectos vida nueva. En la mayoría de las constantes de nuestra existencia, ésta no cambia. Las fuerzas de la gravedad y de la inercia siguen siendo insoslayables. La burocracia y la estupidez de la corrección política no se fueron con los magos a Oriente. La regulación omnicomprensiva e incomprensible, asfixiante, de todos los aspectos de nuestra existencia, continúa creciendo. Cualquier día de éstos regularán la longitud, grosor y material de los cordones de zapatos, por razones de seguridad (porque alguien puede pretender estrangular con ellos al fulano especialmente prepotente de alguna ventanilla oficial) o prohibirán los relojes automáticos para evitar la discriminación y revictimización de quienes no puedan comprar una maquinaria de ese tipo o no aprecien su belleza. Y, por supuesto, Hacienda sigue aquí, viva y actuante.

En Sanidad pueden faltar médicos y personal de todo tipo, porque no hay dinero para pagarles lo que sin duda merecen (y porque están sometidos a una presión inaceptable de tiempos por paciente y a amenazas o incluso a golpes de ágiles y vigorosos enfermos o de sus familiares), pero da igual. En los juzgados pueden estar escasos de jueces, letrados de justicia, funcionarios varios (de su productividad se puede hablar en otra ocasión), ordenadores que no sean mayores de edad, etc., y los procedimientos pueden arrastrarse quinquenios, pero no importa. Los profesores pueden cobrar poco, padecer planes de estudio ideologizados, creciente desprestigio y pérdida de autoridad, pero es irrelevante. Eso sí, Hacienda es otra cosa.

Los funcionarios de Hacienda tienen una enorme cualificación técnica, incluso excesiva en algunos puestos. Sus medios materiales son, al menos comparativamente, extraordinarios. Su capacidad de obtener información, enorme, omnipotente, ubicua, totalitaria, leviatánica. Y su personal, aparentemente motivado, por convicción, profesionalidad o interés (no sé si es verdad que hay bonus por abrir expedientes; imaginen que hubiera incentivos a jueces y fiscales por investigar o acusar a alguien).

Año nuevo, subida de una docena larga de tributos (si ahí metemos impuestos, tasas, cotizaciones, etc.). Y un detalle entrañable. El cinco de enero por la noche, mientras esperábamos nerviosos la visita de los Reyes Magos, lo que me llega es un correo de Hacienda conminándome a retenerle unas cantidades a un proveedor. ¿No les emociona la calidez tributaria?

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