Javier González-Cotta

Yo el Supremo: chiflados al poder

La tribuna

El KRD expide pasaportes, tiene su banco e imprime moneda propia. Pertenecer al reino de Pedro I te convierte en desertor del sistema y de sus aviesos impuestos

Yo el Supremo: chiflados al poder
Yo el Supremo: chiflados al poder

14 de enero 2024 - 01:00

Un ex cocinero y profesor de kárate, Petar Fitzek, fundador de Königreich Deutschland (KRD, Reino de Alemania), se hace coronar como Pedro I en un ceremonial en el que no faltan el cetro, el orbe, la toga de armiño y, por supuesto, la corona (un poco entre Carlomagno y la realeza animada a lo Walt Disney). Afirma ser la reencarnación del arcángel Uriel, figura de la literatura medieval y esotérica europea. Su misión es servir a Dios y a la humanidad, liberar a los alemanes de sus complejos de posguerra y exonerarlos de su conciencia de culpa por los crímenes del nazismo.

Reich Reuss (conocido como Príncipe Enrique XIII de Reuss y vinculado a la extrema derecha nacionalista), fue detenido a fines de 2022 junto a varios conspiradores por intento de golpe de estado en Alemania. Lo chocarrero de la intentona derivó en amenaza seria y real, lo que obligó a la policía germana a desmantelar esta rama del llamado movimiento Reichsbürger (ciudadanos del imperio). Igual que el propio KRD de Pedro I, este movimiento radical reniega del estado alemán nacido tras la hecatombe de la Segunda Guerra Mundial.

El trajeado Vít Jedlicka, originario de la República Checa, se convirtió en primer presidente de Liberland. Dícese de un islote cenagoso y sin dueño llamado Gornja Siga, situado ambiguamente en el Danubio, entre Croacia y Serbia. Entre el disparate y el fervor asambleario de internet, fue aquí donde creó en 2015 un nuevo estado europeo libre de impuestos (especie de territorio offshore, proclive al PayPal y al bitcoin). Al llamado de Liberland acudieron los sospechosos habituales: negacionistas pata negra, conspiranoicos, iliberales, anarcocapitalistas y soñadores del metaverso económico al margen del detrito de los estados.

El Príncipe Enrique XIII está detenido hoy. La Fiscalía alemana lo acusa a él y a sus acólitos de ser una organización criminal. Aún así, el KRD de Pedro I, muy activo entre otros Reichsbürguer, prosigue con su liberland particular comprando terrenos en Alemania, como ocurre en el pueblo de Rutenberg, cerca de Berlín, en el estado de Brandeburgo. La policía sigue la pista del KRD. Su idea pretende la creación de comunidades autónomas fuera del estado (Gemeinwohldorf o pueblo del bien común). Aparte de Rutenberg, se han hecho compras de terrenos en muchos puntos de Alemania. La extrema derecha, aglutinada en torno a Alternativa por Alemania, es hoy una realidad electoral. Pero los Reichsbürger son como un aderezo aún más extremo, teatral y disparatado. De ahí el deseo retroactivo de querer volver a las formas imperiales del II Reich alemán. El KRD expide pasaportes, tiene su banco e imprime moneda propia: el engelgeld (dinero de los ángeles). Pertenecer al reino de Pedro I te convierte, entre otras ganancias, en desertor del sistema y de sus aviesos impuestos.

Lo más asombroso de todo es que los delirios de tanto tronado han dado lugar a estos micropaíses, mitad reales y mitad fantasiosos. Han aprovechado lagunas legislativas o espacios en blanco en ámbitos sin jurisdicción estatal clara (entre el no man’s land y el terra nullius o tierra de nadie). La historia de Liberland y de su lema patrio “Vivir y dejar vivir” se cuenta en un estupendo libro publicado por La Caja Books. Está escrito por los periodistas Timothée Demeillers y Grégoire Osoha, especializados en los delicados asuntos balcánicos.

Del disparate de Liberland, lo que más extraña es su ubicación geográfica, en el confín oriental de Eslavonia, donde el Danubio traza el límite más adusto de Croacia (nada que ver con el reclamo de su costa dálmata). El islote legamoso de Gornja Siga está situado en un espacio inundable y no definido entre dos países, la propia Croacia y Serbia. Ambos trazaron precisamente sus fronteras recientes a sangre y fuego (aún se cumplen 30 años de las guerras de Croacia y Bosnia-Herzegovina).

Las andanzas del presidente Vít Jedlicka y de quienes juraron fidelidad a la bandera del nuevo país son detalladas con todo ritmo y pormenor en el libro. Liberland intentó disputar la Copa Mundial de Fútbol de países no reconocidos (Abjasia, República Turca del Norte de Chipre, Laponia, etc.). Incluso participó, pero con trampas, en el concurso de belleza Miss Europe Continental 2018. Impagable.

Del cetro de Pedro I a Liberland, todo hace sospechar que se trata de una suerte de estafa vinculada a fantasías irredentistas y libertarias. No importa si el fin es restaurar el II Reich con su célebre casco de pincho o si la meta es crear el más disparatado hogar del libre mercado. Serán chiflados y hasta peligrosos. Pero divertidos también lo son.

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