José María Agüera Lorente

Caos
Caos

27 de mayo 2025 - 03:07

La palabra caos es una palabra maldita asociada al descontrol, al desgobierno, a la falta de orden y dirección en los acontecimientos. En castellano tenemos la casi olvidada expresión sindiós. Un sindiós es un sinsentido, un despropósito, algo que carece de pies y cabeza y ofende al sentido común.

En la teogonía pagana, cuyo canon en la antigüedad clásica se atribuye por escrito a Hesíodo, el caos tiene mala prensa. Representa esa oscura era cronológicamente indefinida y de naturaleza inefable de la que parte el universo antes del nacimiento del orden, del cosmos en griego. Este es el instante alfa, pues solo mediante la apariencia fenoménica del orden los humanos podemos reconciliarnos con la realidad; o dicho de otra forma: podemos pensarla. Porque es lo que pasa con el caos, que inquieta, desazona, genera incertidumbre y angustia ante lo que (no sabemos) va a ocurrir.

Cuando el caos pasa a ser objeto de pensamiento y se convierte en ingrediente de una teoría es al poco de echar a andar la filosofía y se empieza a gestar el embrión de la ciencia hace dos mil quinientos años. Lo que revela la teoría del caos de la ciencia actual es el orden oculto que existe tras la superficie de una multitud de variables interactuando entre sí de forma aleatoria. Asimismo demuestra lo erróneo de dos creencias dadas por supuesto, a saber: que el mundo es previsible y que el caos es una anomalía que puede ignorarse en su mayor parte. El caos se esconde tras las cosas complejas más interesantes, como una célula, un cerebro, una persona, una sociedad, ¡la economía!, que se parecen más al caos que gobierna el devenir de la atmósfera que al mecanismo simple de un reloj, en el que cada pieza es perfectamente previsible en su comportamiento.

“España es un caos” se ha afirmado en contra del gobierno a propósito del gran apagón del pasado 28 de abril y los problemas ferroviarios posteriores como consecuencia del robo de cobre.

Buscando una explicación rigurosa atendí a la entrevista de Jorge Morales de Labra, ingeniero y director de Próxima Energía, en TVE. Sus explicaciones recogían la enorme complejidad del sistema tecnológico que permite que tengamos la electricidad de la que disfrutamos a diario, un sofisticadísimo engendro artificial diseñado para domeñar el caos que agita los nervios de la energía, que hoy por hoy es lo que más verosímilmente podemos identificar como la esencia del universo. La electricidad es una de sus manifestaciones, y siendo como es de importancia vital para el mantenimiento de nuestra civilización por cuanto es elemento fundamental de su soporte tecnológico, la mayoría de sus usuarios somos completos ignorantes de su naturaleza.

A mi modo de ver cabe establecer una analogía entre la ingeniería y la política, y el nexo es precisamente la gestión del caos. La primera trata de controlar esa espontaneidad de la parte de la realidad que llamamos naturaleza mediante el diseño de artificios técnicos que nos permitan controlarla para someterla a la satisfacción de nuestros fines. La segunda lidia con el caos de los asuntos humanos, de las tensiones que espontáneamente surgen entre quienes miran por intereses diversos e incluso contrapuestos. Con tal propósito se sirve del artificio también, en su caso de las instituciones, para administrar el poder que se requiere en aras a mantener el frágil equilibrio de la convivencia pacífica y el logro del bien común cuando la acción política va de la mano de la conciencia ética.

Considérese el caso de la dana de Valencia, de la que vamos ya para siete meses desde que se llevó por delante la vida de tantas personas. Un evento que los ingenieros supieron prever aplicando justamente sus conocimientos sobre el caos en la naturaleza así como sus medios técnicos. Fue la política la que no estuvo a la altura, porque quienes tenían en sus manos los resortes de poder para implementar los mecanismos que podían paliar los terribles efectos de ese terrorífico engendro del caos atmosférico no cumplieron con sus responsabilidades.

El caos, la contingencia, forma parte esencial de la realidad; nadie puede ofrecer seguridad absoluta acerca de lo que está por ocurrir en el instante siguiente de nuestras vidas: por menos de nada podemos perderlo todo en un abrir y cerrar de ojos, por increíble que nos pueda parecer. Pero en política hay que saber distinguir entre quienes responsablemente tratan de hacerle frente al caos y se esfuerzan por controlarlo y quienes maquinan para fomentarlo.

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