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Villanueva del Río y Minas

La Sevilla vaciada abre la puerta del tiempo

  • Un ambicioso proyecto busca apoyos e inversión para convertir el municipio de Villanueva del Río y Minas en prototipo de desarrollo rural en España

  • El pueblo es singular: reúne cinco ciudades industriales en una

  • La Universidad de Sevilla promueve un laboratorio de patrimonio industrial pionero en España

Conjunto industrial del Pozo 5.

Conjunto industrial del Pozo 5. / Víctor Rodríguez

En un lugar de Sevilla, un territorio anfibio a caballo entre el Guadalquivir y su vega y Sierra Morena, hay un pueblo que encierra cinco ciudades. La historia se remonta a hace 350 millones de años, al paleozoico, al carbonífero, cuando todavía los continentes no se habían separado y ese espacio era un gran bosque de helechos y araucarias de cuatro metros de alto. Y abre la puerta a un viaje en el tiempo por esa España, Andalucía y Sevilla hoy vaciada y desconocida que, a pesar de ello, existe.

La primera parada está en una ciudad fósil, del siglo VI a. de C., época turdetana-tartesia. Sobre ella se levantan las ruinas de una ciudad romana del siglo I d. de C.: Munigua, excavada por arqueólogos alemanes desde 1956 y que, aunque hoy se hace popular como parada en rutas de senderismo, es un gran misterio.

La segunda ciudad es Villanueva del Río, se asienta junto al Guadalquivir, hoy tiene 400 habitantes y data de la época andalusí, cuando era una alquería, una finca agraria que pasó a manos del Arzobispado, a la orden de Santiago, y en el siglo XVIII a la Casa de Alba. En época romana se llamó Villanueva del Camino y había una barcaza de cruzaba el río. Hay una tercera ciudad, Villanueva del Río y Minas, fundada entre 1850 y 1875 en torno a las Minas de la Reunión, el mayor núcleo que se mantiene hoy.

Pero aún quedan otras dos:  El Carbonal, en él había un gran depósito de carbón en el siglo XIX y en 1941 el Instituto Nacional de Colonización decidió construir una fábrica de cemento para abastecer las obras de los nuevos poblados y los sistemas de canalización de riego, como el canal de los presos. Y la última es una ciudad maya perdida en el monte y cubierta de vegetación, fósil y desabitada que se llama Las Canteras y de allí salieron las calizas para la fábrica de cemento. Éstos dos últimos núcleos, como el de las minas, son pequeñas ciudades industriales, company towns que en su día tuvieron ermita, escuela, casa del director, espacios públicos...

Este viaje en el tiempo es fruto de la investigación del profesor Julián Sobrino, un estudioso del patrimonio industrial que él ha convertido en su especialidad y su gran pasión. Desde que visitó por primera vez Villanueva del Río y Minas a mediados de los 80 no ha dejado de pensar en fórmulas para restaurar un tesoro histórico y paisajístico que es un patrimonio material e inmaterial con la fuerza necesaria para  revertir la  agonía de un municipio que fue un pujante centro de producción industrial hasta principios de los 70.

Por iniciativa de Sobrino, la Universidad de Sevilla y el Ayuntamiento de Villanueva del Río y Minas pusieron   en marcha un Laboratorio de Investigación sobre Patrimonio Industrial hace ahora dos años. La intención inicial era conservar y difundir un patrimonio que es reutilizable y que se puede convertir con facilidad en foco de atracción para el municipio, declarado conjunto histórico en 2002. El laboratorio se ubica en el Pozo 5, el corazón de la antigua mina,   que fue abierto entre 1893 y 1898 y contaba con una central eléctrica, cribas, lavaderos de carbón y cabria. Patrimonio que en parte está siendo rehabilitado por la Diputación de Sevilla.  La chimenea que dibuja el perfil del pueblo data de 1920, cumple cien años que se quieren aprovechar para hacer divulgación.

El cierre de la mina de carbón supuso el certificado de defunción de un pueblo que durante un siglo tuvo como gran patrón la minería y que, tras morir su sueño, medio siglo después sigue perdido. Pasó de tener 18.000 habitantes a poco más de 4.000, el padrón actual, y su descapitalización fue infrenable. En plena Transición el pueblo perdió el capital humano necesario para asumir con solvencia la gestión del nuevo ayuntamiento democrático que, más por incapacidad que por voluntad política, trata de salir hoy de una situación que en cualquier empresa se calificaría de quiebra técnica.

Julián Sobrino posa ante la máquina de vapor que se conserva en el Pozo 5. Julián Sobrino posa ante la máquina de vapor que se conserva en el Pozo 5.

Julián Sobrino posa ante la máquina de vapor que se conserva en el Pozo 5. / Víctor Rodríguez

No hay emprendimiento ni inversiones. Hoy la mayor empresa, con una veintena de trabajadores, es la residencia de ancianos. El resto son cinco o seis pymes prácticamente familiares.

Uno de los pocos vecinos que apostaron por el pueblo cuando pocos creían aún en él es Juan Francisco Ríos. Ni él ni su padre trabajaron en la mina, pero no por ello se siente menos minero. Se fue para estudiar pero nunca abandonó el pueblo.  Junto con otros vecinos puso en marcha a principios de los 90 cuatro escuelas taller con la intención de salvar también a una población juvenil sumida en el abandono escolar y sin futuro. Ahí se formaron decenas de villarroteños, gentilicio minero, pero cuando los recursos se acabaron sólo Ríos decidió mantener una empresa que empezó siendo un vivero para convertise en una empresa de jardinería, Turbepal.

Coincide con otro vecino, Francisco Pérez, que todavía agradece al padre de Juan Francisco que le ayudara a prepararse esas oposiciones para Correos cuando cerró la mina, en la que entró con 16 años haciendo briquetas. “Fui maquinista también pero tuve que bajar al pozo a picar carbón, si no lo hacías te echaban”, comenta. Aprobó y su destino como cartero estuvo en Barcelona desde donde regresó en pocos meses para trabajar en el ayuntamiento, como policía local, donde se ha jubilado.

Hoy la Casa Consistorial ocupa el edificio que antes fue colegio marista para los hijos de los mineros. Recorren las instalaciones, recordando viejos tiempos, y se encuentran con Juan Morejón, que abre las puertas de la asociación de antiguos alumnos. Un local convertido en un auténtico santuario de fotos, documentos, objetos... y recuerdos de un tiempo en el que los mineros, que eran temporeros, se convirtieron en proletarios con un sueldo digno.

Villanueva del Río y Minas es un pueblo que ha ido creciendo a saltos, desestructurado social y físicamente y que jamás ha tenido un plan de política paliativas tras el cierre de su industria que simplemente dejó al territorio anclado en el tiempo. Contra ello lucha ahora el actual alcalde, Miguel Ángel Barrios, que asume con agrado los consejos de Julián Sobrino para emprender un camino que convierta al municipio en referente en la lucha contra la España vacía. “Tenemos mucho suelo industrial y un entorno envidiable, estamos a 50 minutos de la capital y comunicados por ferrocarril, sólo faltan que vengan inversores”, comenta esperanzado en que la restauración del Pozo 5 permita habilitar un nuevo espacio de reunión y encuentro para el pueblo, cuya dispersión no favorece el sentimiento de unidad.

Miguel Ángel Barrios, alcalde de Villanueva del Río y Minas: "Tenemos muchísimo suelo industrial, un entorno envidiable y tren a 50 minutos de Sevilla”

El laboratorio que impulsa Sobrino sería un buen aliado para captar a estos inversores. Y la idea es, en los próximos meses, organizar visitas con empresarios para que vean el potencial de la zona. "No se trata sólo de confiar en el turismo", apunta el profesor.

Julián Sobrino, coordinador del Laboratorio de Patrimonio Industrial: "El turismo es sólo un ingrediente, se trata de gestionar este territorio como un ecoparque”

La intención es convertir Villanueva del Río y Minas en un campus universitario externo, un laboratorio en relación con las políticas de la Andalucía vaciada, un prototipo a modo de ensayo donde se estudie qué posibilidades hay de trabajar aquí promoviendo un desarrollo realmente sostenible. Aunque esto no es incompatible con la musealización de este patrimonio industrial. "Lo que sí habría que buscar es un nuevo argumento, museos mineros hay muchos, habría que buscar una especialidad, por ejemplo, la siniestralidad o la lucha obrera", comenta Sobrino, recordando que en el siblo XIX la mina fue escenario de un gravísimo accidente laboral donde fallecieron más de 60 mineros.

Conforme se consignen nuevas partidas para rehabilitaciones, con fondos proporcionados por la Diputación provincial, ya se ha previsto en la torre de la térmica la construcción de una vivienda para investigadores o creadores, que serían buenos altavoces para que esta puerta del tiempo ya abierta diese paso a un futuro mejor.

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