Sevilla

La clave es Sevilla

  • Monteseirín ha llevado adelante un proyecto de transformación de la ciudad, pero no ha rentabilizado los logros de su gestión

José Antonio Carrizosa

Director de Diario de Sevilla

Lo sabe José Antonio Griñán y también lo sabe Javier Arenas. Sevilla es la clave que le abrirá a los populares el próximo año las puertas del Palacio de San Telmo o que permitirá a los socialistas aguantar cuatro años más en la comunidad autónoma española que mejor ha simbolizado lo que es el poder socialista mantenido a lo largo de los años, con todas sus cosas malas, que son muchas, pero también con todos los aspectos positivos que cada uno quiera encontrar. Muchas de lo que ha pasado en la política sevillana a lo largo de todo 2010 y los primeros meses de 2011 hay que interpretarlo en esa línea. En primer lugar, la salida de Alfredo Sánchez Monteseirín depués de tres legislaturas sentado en el sillón de la Plaza Nueva. Monteseirín fue descartado como candidato por el presidente de la Junta, utilizando para ello la expeditiva vía del teletipo, porque era una rémora que restaba a la ya de por sí deteriorada marca del PSOE en Sevilla. Monteseirín y las consecuiencias de la crisis económica eran una mezcla explosiva que ponía la alcaldía de la capital en manos del PP, sin que su candidato, Juan Ignacio Zoido, tuviera que despeinarse.

El alcalde saliente de Sevilla es un caso singular de desgaste político sin precedentes en décadas. Ha llevado adelante un proyecto de transformación de la ciudad como no se conocía desde la Expo del 92, pero ha sido incapaz de rentabilizar los logros que sin duda se podrían apuntar en el haber de su gestión. La peatonalización, el fomento del uso de la bicicleta o muchas actuaciones del plan de barrios han mejorado la percepción que la mayor parte de sus habitantes tienen de Sevilla, según se refleja en numerosas encuestas. Nada de ello le ha ayudado a mejorar su valoración por los ciudadanos, que no dudan en atribuirle en exclusiva el mérito de los muchos disparates que han acompañado su actuación de los últimos años. La desastrosa gestión económica y arquitectónica de las monstruosas setas de la Encarnación, las excesivas restricciones al vehículo privado en el centro de la ciudad o la sombra de corrupción que aportan casos como el de Mercasevilla o el Macarena, se le atribuyen a él en exclusiva. Con Monteseirín quemado y descartado, el PSOE se decidió por un candidato de la confianza de Griñán. Juan Espadas es un clásico de la Junta de Andalucía, donde demostró capacidad de trabajo, seriedad y solvencia. Tiene el hándicap de un bajo perfil político y de ser un absoluto desconocido para la opinión pública sevillana. Su campaña, que tardó en inciarse más de lo aconsejado, respondió desde el principio a ese diseño de seriedad y prudencia.

A lo primero que tuvo que dedicar Espadas sus esfuerzos fue a cerrar los muchos desgarros internos del PSOE sevillano en aras al objetivo superior de mantener a toda costa el gobierno municipal. En ello tuvo que emplear energías que no pudo dedicar a trasladar a los sevillanos mensajes y proyectos capaces de despertar al adormecido electorado socialista. Frente a él, Juan Ignacio Zoido ha hecho una campaña electoral de cinco años, se ha pateado a conciencia los barrios de la ciudad, incluso aquellos en los que un dirigente del PP no se ha atrevido a entrar en años, y ha logrado conjurar el fantasma del miedo a la derecha en las zonas donde el voto socialista es muy mayoritario. Si todo este trabajo le permite desalojar a los socialistas del Ayuntamiento es algo que en el momento de redactar este artículo todavía está por ver. Si no lo logra se habrá vuelto a demostrar que Sevilla es la gran asignatura pendiente de Javier Arenas y lo único que en realidad lo aleja de su objetivo de presidir algún día la Junta de Andalucía. Las elecciones municipales se celebran, además, con el condicionante de una crisis que ha dejado a Sevillla con unos índices de desempleo tercermundistas, su tejido empresarial muy tocado y las inversiones públicas, sostén muy importante de su economía, bajo mínimos. Independientemente de la coyuntura política, la realidad de los dos últimos años ha puesto de relieve que Sevilla necesita una reacción social que le permita superar su actual postración.

Para ello será necesario el impulso de lo público con las políticas de fomento que en cada momento se puedan poner en marcha. Pero también será imprescindible que la sociedad civil tome conciencia de la gravedad de la situación. En Sevilla ha sobrado desde el inicio de la crisis ruido político y ha faltado compromiso social. Posiblemente este sea el mayor reto que tiene enfrente la ciudad para los próximo años. Y para acometer esa tarea da lo mismo que gobierne Juan Espadas o Juan Ignacio Zoido. Lo importante es que desde la política se dé el impulso para que la sociedad actúe. Y Sevilla lo necesita porque corre el riesgo de perder todavía más posiciones.

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