Fernando Olmedo Granados | Historiador

“La primera imagen de Sevilla es la que aparece en el Códice Emilianense”

  • Ha coordinado ‘Sevilla, cartografía histórica. Planos y mapas, siglos XVI al XX’, obra de referencia sobre la interpretación gráfica de la ciudad, desde los monjes medievales hasta los espías soviéticos

Fernando Olmedo, en el quiosoco Abilio.

Fernando Olmedo, en el quiosoco Abilio. / Antonio Pizarro

Fernando Olmedo (Sevilla, 1957) llega al quiosco Abilio cargado de libros, todos más que apetecibles para cualquier curioso de la historia de la ciudad. Entre ellos el último de los trabajos que ha coordinado, ‘Sevilla, cartografía histórica. Planos y mapas, siglos XVI al XX.’ Este historiador, uno de los máximos expertos en cartografías pretéritas de Sevilla, encontró su vocación en la British Library, consultando la colección de mapas del monarca inglés Jorge III, que terminó perdiendo el juicio debido a su descomunal afición. Luego vendría su paso por Equipo 28 (una empresa dedicada a la producción cultural que fue una escuela de buen hacer en la Sevilla del 92 y posterior resaca) y Línea de Sombra Proyectos. Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Sevilla, se aficionó al pasado leyendo los artículos que Néstor Luján publicaba en la revista médica ‘Jano’ a la que estaba suscrito su padre. Entre las muchas obras que ha escrito o coordinado resaltamos dos de las más recientes, como la magnífica ‘Sevilla, historia de su forma urbana. Dos mil años de una ciudad excepcional’ (Gerencia de Urbanismo y Cajasol) y ‘Andalucía y la cartografía histórica de las pandemias’ (Centro de Estudios Andaluces).

–Su abuelo fue José Granados de la Vega, uno de los principales arquitectos de la Exposición del 29.

–Murió con 92 años, en 1990. Trabajó en el equipo de Vicente Traver y, entre otras cosas, hizo los pabellones de Colombia y Guatemala, el de la Prensa (hoy Colegio España) o el de Información (Restaurante la Raza). También hizo la adaptación de la Plaza de España a oficinas, que fue todo un reto, porque había problemas de cimentación en las torres. En total, en Sevilla realizó unos 300 proyectos. A veces iba paseando por la calle y me decía: “Mira, esta casa del siglo XVIII la he hecho yo”, ironizando sobre los edificios mal catalogados. En el Porvenir, donde vivió, trabajó mucho y fue uno de los fundadores de la Hermandad de la Paz. Tenía muchos libros de la Bauhaus. Hizo la casa racionalista que tiene encima la Venus de Milo, en la calle San Salvador.

–Siempre me he preguntado quién la hizo. Un ejemplo muy destacado del racionalismo sevillano.

–Esa casa tiene uno de los mejores azulejos modernistas de Sevilla. Era de un malagueño muy artista. La Venus la hicieron con uno de los moldes de las esculturas de yeso de la Universidad. Por su parte, mi bisabuelo, era constructor y entre otras cosas hizo el pabellón de Bellas Artes (actual Museo Arqueológico) y la fuente de las Ranas.

–Quizás su afición a los mapas y los planos le viene del gremio de la construcción, ¿no?

–Siempre he tenido una gran afición a lo gráfico, más que a la escritura. Me atrae más. Mi primera participación en un trabajo científico fue en 1979, tras acabar la carrera de Historia. Hice una transposición del itinerario de Rodrigo Méndez Silva. Este personaje del siglo XVII hizo un itinerario por toda España, describiendo las paradas, los lugares de posta, de refresco, las ciudades...

Iba paseando por la calle con mi abuelo y me decía: “Mira, esa casa del siglo XVIII la he hecho yo

–Una especie de Guía Michelin de la época.

–Sí, pero en texto. Yo traspasé todos estos datos a un mapa. Después de aquello estuve de lector unos tres años en Inglaterra. Allí asistí a cursos con Hobsbawm y Preston. Lo que me fascinaba de Londres era que te metías en la British Library, en la sala de lectura circular, y podías consultar todos los libros que quisieras al mismo tiempo, montar tu despacho en un sitio de maderas nobles y cuero. Allí empecé a ver mucho tema gráfico, entre otras cosas la soberbia colección de Jorge III, el rey que se volvió loco con la cartografía.

–¿Una especie de Quijote de los mapas?

–Sí, tenía agentes por toda Europa que se los buscaban y él mismo dibujó un mapa del reino de Sevilla que es copia de otro de Tomás López. En esa colección hay muchísimo material sobre Andalucía. De la colección de Jorge III sacamos una vista inédita de Sevilla de 1617 que Equipo 28 publicó por primera vez. A mí lo que me interesa es la cartografía y la imagen como fuente de referencia histórica.

–Los mapas antiguos, además de ser herramientas útiles, eran auténticas obras de arte.

–Los mapas murales de los siglos XVI y XVII son espectaculares. Los hay de hasta veinte hojas. Hay uno fantástico del Atlántico con América, de Diego Gutiérrez (un cartógrafo sevillano de 1562), del que se conservan solo dos ejemplares. Los mapas se usaban como los cuadros actualmente. En el Ayuntamiento de Amsterdam tenían gigantescos mapas murales de Oriente, que era donde tenían su comercio. Eran como obras de arte industrial. Es lo que se ve en los cuadros de Vermeer.

–Cuando pensamos en cartografía solemos pensar en Occidente. Sin embargo, hubo otros pueblos que también la desarrollaron mucho y bien.

–Cada vez conocemos más y mejor la cartografía oriental. En Oriente, desde el siglo VI, hubo un avance muy importante de la cartografía. Hay mapas extraordinarios de China o del Mar de Japón. Son muy importantes los mapas árabes. Ellos fueron los que conservaron el legado cartográfico de la Antigüedad, frente a un mundo cristiano en el que los mapas y planos se convirtieron en simbólicos. A los árabes debemos, en el siglo XI, uno de los primeros ejemplos de cartografía de la Península Ibérica. La representa como un círculo con Córdoba en el centro.

Jorge III, que se volvió loco con la cartografía, pintó un mapa del reino de Sevilla

–Hablemos de planos urbanos. En la Edad Media cristiana, como dijo, las ciudades se representan de una manera totalmente simbólica. Fue un paso atrás si lo comparamos con el ‘Forma Urbis Romae’, impresionante plano en mármol de Roma, del que solo nos quedan fragmentos.

–Es una maravilla. Se hizo a principios del siglo III, medía 18 metros y estaba expuesto al público en un templo. Era un mapa a gran escala, con un nivel de detalle admirable y un planteamiento cercano al de la cartografía moderna. Agripa hizo un gran mapa del mundo del que hay referencias, pero no se ha conservado. Sin embargo, la primera imagen que tenemos de Sevilla, es una miniatura iluminada del Códice Emilianense, del año 992, es simplemente una idea: una torre con unos obispos dentro, una puerta y un río. Como diciendo que hay una ciudad con una torre que está al lado de un río y que se llama Sevilla, pero no se proporciona una sola información urbanística, como sí lo hacía el plano de Roma.

–Y a Sevilla hemos llegado. Usted ha dirigido el libro ‘Sevilla, cartografía histórica. Planos y mapas, siglos XVI al XX’, editado por el Ayuntamiento. Empecemos por el XVI, donde destacan las corografías, mitad plano mitad panorámica de la ciudad.

–A principios del XVI ya existe la noción de plano urbano. Leonardo hizo uno de la ciudad italiana de Imola igual que el que se podría dibujar ahora. Pese a ese conocimiento, no se hicieron muchos en esa época, porque no había necesidad de grandes intervenciones urbanas al estilo de los PGOU de ahora. Digamos que los planos eran innecesarios. Pero sí se quería tener una idea de las diferentes ciudades, imágenes que fuesen fidedignas con sus calles, murallas, edificios principales... incluso el ambiente de la ciudad. Así nacieron las corografías.

–De Sevilla hay maravillas. Todas representan la ciudad desde el Aljarafe, con Triana, el río, el arenal y la Catedral o las Atarazanas en primera línea.

–Es la manera de decir que Sevilla es una ciudad con un puerto mercantil muy importante. El frente fluvial es el que da la definición urbana de Sevilla. La otra zona es una especie de trastienda de la ciudad. Hay una vista tomada por Franz Hogenberg desde el Matadero que está llena de muladares, vacies, el propio matadero...

–Esa vista a la que se refiere está en el libro ‘Civitates Orbis Terrarum’(1588), en la que también se recoge otra corografía de Hogenberg que, digamos, es la imagen oficial de Sevilla del Siglo de Oro.

–Sí, es la más conocida, pero hay que tener en cuenta que se inspira en otra anterior, la de Ambrogio Brambilla, que es las que verdaderamente marcó el canon.

–Entre los mapas que enseña en el libro destaca uno de Sevilla tomado por un espía.

–Es el que hizo Samuel de Champlain, un peculiar personaje que fue el fundador de Quebec en 1608. Forma parte de un “memorial secreto” que Champlain hace del sur de España y el Caribe y que manda a Enrique IV. Es un dibujo simple y esquemático en el que se destacan los edificios más importantes para los intereses franceses. Por ejemplo, se obvian los religiosos, pero se destacan la “bolsa”, la “contratación”, la “moneda”, las murallas, el castillo de la Inquisición... El plano está en una biblioteca americana y es la primera vez que se publica.

–Demos un gran salto. Como no podía ser de otra manera, en el libro se recoge el llamado Plano de Olavide.

–Es el primer plano del conjunto de la ciudad con corrección geométrica, escala y dimensión, hecho con un levantamiento al estilo de como se haría ahora, aunque sin los apoyos de la fotografía aérea, etcétera. Fue la base de numerosos planos posteriores hasta que los oficiales del Estado Mayor del Ejército hiciesen uno más moderno y con mejoras sustanciales en la década de 1860. Es decir, que tuvo 100 años de vigencia, aunque con correcciones y añadidos. El plano de Olavide arranca de un decreto de organización urbana de 1767 y el plano estará impreso y en circulación en 1771. Es decir, que se elaboró en muy poco tiempo. Uno de los grandes interrogantes de la cartografía local es cómo se hizo ese plano: cuánta gente participó, cuánto costó... Es decir, lo que preguntaría un americano. Es muy probable que la documentación se perdiera en el incendio del archivo de la Audiencia de principios del siglo XX. El de Olavide es un plano de gran valor que se mejora en una segunda edición con la inclusión de Triana (en la primera edición sólo aparecía un fragmento) y la inclusión de otra serie de planos realizados en la década de 1820 de los arrabales y alrededores de Sevilla.

Uno de los grandes interrogantes de la cartografía local es cómo se hizo el Plano de Olavide

–¿Quién los hizo?

–Manuel Spínola de Quintana. Es un plano muy interesante, porque te das cuenta que muchos de los nombres de los barrios y sus calles se basan en los huertos, cortijos y parajes de estas cartografías del XIX. Árbol Gordo viene de un huerto así llamado, Amate de un cortijo, etcétera...

–De la organización urbana de Olavide quedan todavía esos azulejos que siguen estando en muchos muros del casco antiguo.

–Olavide dividió el Casco Antiguo en cuatro cuarteles, partiendo del entonces centro geométrico de la ciudad, en la Venera, que aún se conserva en José Gestoso y era donde paraban las diligencias. A partir de ese punto se divide la ciudad en una cruz. Un quinto cuartel sería Triana. Esos cuarteles, asimismo, se dividieron en barrios y estos en manzanas. Esa información es la que nos dan unos azulejos que, entre otras cosas, servían para saber quién tenía que pagar la limpieza y la iluminación de las calles.

–La organización moderna de las ciudades, especialmente la creación del nomenclátor, tuvo mucho que ver con la presión fiscal y el control de los ciudadanos por parte del poder.

–Antonio Collantes de Terán, el máximo sabio de Sevilla, me hizo ver que Olavide organizó la ciudad como hemos dicho, pero no nombró las calles, no hizo un nomenclátor. Eso se hizo en la década de 1840.

–Es curioso el plano higiénico-sanitario de Sevilla que el doctor Ph. Hauser hizo en 1881.

–En él se observa cómo el norte es el lugar de los muladares y estercoleros, donde está la Laguna de los Patos (por Pío XII) y los lavaderos de lana, que producían mucha agua sucia (hay que tener en cuenta que Sevilla era un centro de lavado de lana muy importante para su exportación por el puerto). En el norte también es donde estaba el hospital y el cementerio. Es decir, el lugar de la enfermedad, las epidemias y el padecimiento. Por su parte, los barrios del Noreste (San Julián, Santa Marina... ) eran los que peor estructura de alcantarillado tenían. En cambio, en cuanto ibas bajando al sur y al oeste todo iba mejorando. Esto suponía que en el norte había una mayor mortalidad y que había una correspondencia sociosanitaria. De alguna manera, algo de esto pervive en el tiempo. Hauser hizo su estudio cuando la enfermedad epidémica importante era el cólera, que está muy vinculado a la higiene urbana, el consumo masivo, la calidad del agua, los desagües...

–Usted ha prestado atención a las cartografías sobre enfermedades, como se observa en uno de sus libros ‘Andalucía y la cartografía histórica de las pandemias.’

–El libro lo hice con el médico epidemiólogo Francisco Javier García León, que es el que montó el sistema de geolocalización del SAS desde los años 80.

Los virreyes españoles de Nápoles fueron los primeros en impulsar un confinamiento parecido al de la Covid

–En el volumen se publica por primera vez un mapa sumamente interesante.

–Los vierreyes españoles de Nápoles fueron los primeros que implantaron unos sistemas de confinamiento que fueron prácticamente igual al del covid. Y se empezaron a usar los mapas como manera de reflejarlo. En el libro publicamos un mapa de la provincia napolitana de Bari, que se guarda en el Archivo de Simancas, en el que se refleja el cordón montado para separar a esta provincia de las colindantes, con sus puestos de guardia. Es el mapa más antiguo que tenemos de una epidemia, en este caso la peste. Es de 1691 y su autor Felipe de Arrieta, un funcionario vasco de la corona.

–No podemos terminar la conversación sin hablar del mapa de Sevilla que hizo el Estado Mayor de la URSS en 1977. Era mejor que los españoles.

– Formó parte del descomunal proyecto desarrollado a escala global por los servicios militares de la URSS en los años de la Guerra Fría. En total hicieron más de un millón de mapas de todo el mundo, de los cuales unos 2.000 eran de ciudades. El mapa de Sevilla, para la época, tiene un nivel de calidad muy elevado. Lo elaboraron con bases cartográficas existentes, guías turísticas y todo tipo de información que pudiera ser de utilidad. Debieron usar también fotografías satélites y agentes observadores sobre el terreno, porque identifican cuarteles, comisarías de policía y centros de producción energética que, por razones obvias, no constaban en los mapas españoles. El mapa era de escala 1:10.000. Los españoles teníamos mapas de este detalle del casco histórico de Sevilla, pero no del área metropolitana integrada. Hasta los años ochenta no los empezó a hacer la Junta.

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