Betis-Athletic de Bilbao | Crónica

Debió ser mejor, pero pudo ser peor (2-2)

  • El Betis no es capaz de culminar la remontada ante un Athletic superior mientras jugó con 11.

  • La expulsión de Susaeta, justísima, cambió el signo del juego y los verdiblancos lo tuvieron todo a favor para ganar

Bartra y Canales dejan el balón en el centro del campo tras un tanto bético.

Bartra y Canales dejan el balón en el centro del campo tras un tanto bético. / Antonio pizarro

Nuevo empate del Betis, el tercero consecutivo de la escuadra de Setién si se suman los dos ligueros con el choque en tierras griegas frente al Olympiacos, y sensaciones difíciles de clasificar. Habrá quien vea la botella medio llena después de que el Athletic se colocara con un 0-2 en el marcador bien prontito, pero también, con toda la razón, muchos se quedarán con una sensación de vacío grande después de que los verdiblancos tuvieran más de media hora con 2-2 a un rival entregado desde que Susaeta fuera expulsado antes del intermedio.

Vaya por delante una cuestión que conviene dejar clara desde el principio. La segunda tarjeta amarilla al futbolista del Athletic fue tan justa que ni el más forofo de los seguidores del cuadro rojiblanco osaría siquiera a ponerle ni un solo pero. Por tanto, estas circunstancias se dan en el fútbol y el Betis hizo bien en aprovecharse de ella, pero le faltó un pasito más para que la fiesta fuera completa en un Benito Villamarín que ya olía una noche grande, una cita con una de esas remontadas que se recuerdan durante mucho tiempo.

Y el método de la escuadra de Setién fue idéntico al que en otras ocasiones le dio un rédito maravilloso en una circunstancias parecidas. Por citar dos ejemplos, uno de ellos reciente, el Betis se empleó de la misma manera que en el último derbi contra el Sevilla, cuando Roque Mesa se fue al vestuario antes de tiempo, o que en la pasada campaña frente a la Unión Deportiva Las Palmas, cuando le tocó a Michel Macedo enfilar el mismo camino en el transcurso del segundo periodo.

Es decir, el Betis no transmitió en ningún momento señales de precipitación, de colgar balones sin el más mínimo sentido. Todo fue un dominio ordenado, mover la pelota de un lado para otro para provocar superioridades en el piquito del área grande que pudieran facilitar centros laterales con el rival desordenado en su defensa. Así se desempeñaron Mandi, Bartra, Canales, Joaquín, Tello, Guardado y compañía, que tocaban la pelota hacia las zonas más descongestionadas al no poder llegar ningún futbolista del Athletic a ocupar tantos espacios.

El método, pues, fue el correcto, dado que en otras ocasiones no se le regatearon piropos por parte de quienes lo contamos en los papeles, y este cronista se incluye entre quienes así lo hicieron. Sin embargo, el resultado no fue el mismo y entonces queda un regusto bastante diferente. Por supuesto que si el cabezazo picado de Sanabria en ese centro perfecto de Joaquín en el minuto 86 hubiera ido dentro, seguro que estaríamos narrando las cosas de una manera diametralmente distinta, pero no fue así y entonces queda cierto regusto de que si el Betis debió imprimirle una marcha más a la circulación ante un adversario que literalmente ya no podía ni con las calzonas.

Claro que cualquiera de los hombres que vestían de verdiblanco alegará que tampoco ellos tenían muchas más fuerzas que los vascos, que también se habían pegado una buena paliza en pos de tratar de remontar con una temperatura por encima, y bastante, de los 30 grados. No les faltaría razón a ninguno de quienes se manifestaran de semejante forma, aunque siempre todos los que sienten en verdiblanco le pondrán el pero de preguntarse si hubiera sido diferente de haber apretado más las tuercas en esa recta final.

Ése es el regusto que queda a la hora de arrancar el relato de los hechos, pero el guiso tuvo muchos más condimentos desde que empieza a prepararse. Setién apeló al mismo modo de jugar que suele ser ya habitual y el Betis se ponía con sus tres centrales, una línea de cuatro en la que estaban los dos carrileros y Lo Celso ayudando a Guardado, para que todo se fuera escalonando con Joaquín y Canales hasta llegar al peldaño final, que volvía a ser el paraguayo Sanabria.

Sin embargo, iba a existir una puntualización casi obsesiva en ese planteamiento táctico. Sabedor del estilo de Berizzo de ordenar a sus hombres que presionen hasta casi la portería del adversario, Setién introdujo el matiz de adelantar a Bartra varios metros más arriba que los dos centrales. El balón tenía que pasar por el catalán obligatoriamente para acabar con el empuje del Athletic y en eso se entretuvo demasiado el Betis, corriendo demasiados riesgos para la producción que le sacó.

Es más, no exactamente en esa conexión, pero sí en otras iguales de arriesgadas se produjeron las pérdidas que dieron lugar a que el Athletic se pusiera muy pronto con una ventaja de dos goles. Particularmente llamativa fue la pelota regalada desde casi el lateral por Canales para que Raúl García firmara el 0-2.

El Betis, entonces, estaba totalmente desarbolado y era un quiero y no puedo ante un rival que prácticamente se lo comía hasta el punto de que los anfitriones no dispararon ni una sola vez a puerta antes del descanso, ni una sola. Pero el fútbol se cuenta según las circunstancias y Susaeta, justo antes del ecuador del choque, le hizo un flaco favor a los suyos con una entrada innecesaria a Sidnei.

La expulsión del rojiblanco le dio un vuelco total al juego y el Betis ya pasó a dominar de manera contundente ante un rival que dejó de presionar porque sencillamente no tenía aire para seguir haciéndolo. Ahí sí se manejó bien la escuadra de Setién y fue capaz de poner la igualada gracias a un golazo de Bartra y a otro buen tanto de Canales.

Restaba entonces alrededor de media hora por delante y en ese momento ni el más pesimista de los béticos pensaría que no se iba a culminar la remontada. Pero no fue así, faltó ese puntito más de osadía para desordenar al Athletic. Apenas un disparo de Loren y el ya comentado cabezazo de Sanabria para que el Betis no supiera muy bien si la botella estaba medio llena o, lamentablemente, se quedó medio vacía...

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