Pidiendo a gritos el final y apelando a algo que tan mal se le da como es el otro fútbol, el Betis agarró tres puntos de oro para darle el carpetazo a una primera vuelta con más sombras que luces. Tras haber remontado el gol del Celta, la lesión de Guido a la hora de partido hizo que lo que se prometía feliz resultase angustioso. Sin duda, el stopper argentino se ha erigido en piedra angular para el equipo de Manuel Pellegrini.

El arranque es terrorífico para la causa verde, blanca y verde. El Celta ha salido como desatado, un auténtico vendaval en ataque con ocasiones de gol a barullo, un remate al poste incluido. Y al cuarto de hora, con el Betis atrofiado, absolutamente ido de aquello, un gol archirrepetido. Saque de esquina, peinada en el primer palo y ejecución a placer de Santi Mina en el segundo. Una vez más le toca remar río arriba y una vez más por tropezar en la misma piedra habitual.

Pero Canales sacó el cornetín de órdenes y la cosa cambiaba diametralmente. Ya no es apenas algo el Celta, Lainez le saca el aire a Aarón con sus cambios de ritmo, Fekir se pone a las órdenes del jefe Canales y va a ser el cántabro el que le dé la vuelta al partido y a la noche. Queda un mundo por delante, mucha faena por hacer y la segunda parte se ve con más optimismo, sobre todo si el sistema defensivo no concede como concedió en el tramo inicial de la partida.

Y no será el sistema defensivo el que complique la noche, pues cuando Guido dijo basta estaba el Betis muy coordinado y con visos de aumentar la ventaja. Pero todo fue irse el argentino para que aquello se desordenase, Canales tenía que poner un ojo en la suma y dos en la resta, Pellegrini apostó por Guardado y el mexicano no pareció atravesar su mejor momento. Pero bien está lo que bien acaba y, aun sufriendo, el Betis está en condiciones de ver con mejor cara la vida.