Real Betis-Villarreal | La crónica

Emery vierte agua en la copa de vino del Betis (0-2)

Bellerín, decepcionado ante los jugadores del Villarreal tras el 0-2.

Bellerín, decepcionado ante los jugadores del Villarreal tras el 0-2. / Antonio Pizarro

En los días de gozo continuo que disfruta el beticismo se coló el Villarreal de Unai Emery, que le echó un chorreón de agua amarga a la copa de vino que sorbían con fruición los heliopolitanos. Otra vez derrotaron los amarillos a los verdiblancos, como en la primera vuelta, y otra vez por dos goles de diferencia que vinieron a plasmar la superioridad de los castellonenses. No fue esta vez un monólogo, como hace unos meses, pero el partido del Benito Villamarín volvió a discurrir por los derroteros que fue zanjando ese equipo tan ordenado y esforzado que ahormó el técnico vasco.

Pau Torres hizo el primer gol de cabeza en un saque de esquina (41’) y Capoue redondeó su excepcional partido con un bello golpeo desde el borde del área que envió el balón a la escuadra izquierda de Rui Silva (83’).

Antes del primer gol jugó un Betis menor, que emitió tímidos chispazos donde ha solido lanzar llamaradas de fútbol ofensivo. Y después del 0-1, tampoco es que los béticos se rebelaran ante la intromisión del Villarreal en la lógica fiesta que, vistas las expectativas coperas, ya montó la afición verdiblanca antes de que todo comenzara.

Ni los seis cambios con respecto a la exhibición ante la Real Sociedad del jueves pasado, ni los sucesivos relevos en busca de la reacción surtieron efecto ante el vigente campeón de la Europa League. Y lo peor de todo, es que afloró cierta falta de frescura en las piernas y en las mentes de los que marcan la diferencia en el pujante Betis de la hora. Ni Canales ni Fekir desatascaron al equipo esta vez. Aunque a veces no lo parezca, también ellos tienen algún día de bajo tono y coincidieron en protagonizarlo ahora que el calendario aprieta, que los esfuerzos físicos empiezan a acumularse y, ojo, ahora que la presión mental de acometer tantos frentes seguidos desgasta más las seseras.

El miércoles, otro partido titánico en Vallecas, con una final en litigio nada menos, ante un enemigo que hace 40 años que no jugaba unas semifinales y que se dejará el alma. Luego el domingo a Valencia para visitar al Levante, luego el Zenit en San Petersburgo el jueves, luego el Mallorca tres días después.

Manuel Pellegrini sabe que en el manejo del calendario estriba parte del éxito en esta temporada tan cargada de ilusión y refrescó a conciencia al equipo pensando en lo del miércoles en Vallecas. Entraron con respecto al partidazo en San Sebastián Bellerín, Pezzella, Miranda, Guido Rodríguez, Guardado y Willian José por Sabaly, Víctor Ruiz, Álex Moreno, William Carvalho, Édgar y Borja Iglesias.

Y si la primera parte discurrió sin duda en un tono más prosaico que en el partido completo ante el Alavés, la segunda parte de Cornellà o los 90 minutos del Reale Arena fue en parte debido a las dificultades béticas para romper el corsé que le ciñó al encuentro Unai Emery. El hombre más en forma del Betis hoy, William Carvalho, descansaba de salida en el banquillo. Y nadie soltó esas ataduras para romper líneas y aparecer por sorpresa, como ha venido haciendo ese sigiloso cuchillo que es el luso.

Y no es que el Betis se mirara al espejo cual Narciso ante la oleada de justificados piropos que viene recibiendo. Mantuvo su línea de plena intensidad y solidaridad. Pero el Villarreal es un equipo con una forjada consistencia desde que lo trabaja ese metódico y concienzudo entrenador que es Unai Emery. Y ese ya conocido baile de piezas que ordena Pellegrini –Juanmi de la izquierda al área, los laterales como extremos y Canales y Fekir con libertad para maniobrar por dentro o por fuera– no se manejó esta vez con la soltura que acostumbra y además parecía contar con un antídoto de color amarillo.

De hecho, la producción ofensiva del Betis en la primera mitad se redujo a dos disparos desde media distancia, uno de Miranda desde la izquierda (26’) y otro de Fekir (31’), ambos repelidos con cierta dificultad por Rulli. Poco más.

El Villarreal, por su parte, empezó avisando con una acción desde la derecha que acabó con un centro raso de Chukwueze a Paco Alcácer, que no acertó a golpear de lleno el balón raso (6’). No obstante, ni el delantero ni su acompañante arriba, Gerard Moreno, aprovecharon la superioridad que pronto empezó a mostrar el Villarreal en la zona ancha con Parejo y, sobre todo, Capoue, quien hizo la raya y marcó los tiempos como y cuando quiso. De hecho, Gerard se fue del campo pasada la media hora con un enojo mayúsculo por su infortunio con las lesiones. Y la entrada de Trigueros vino a fortificar más a los de amarillo, que se encontraron con un testarazo de Pau Torres para ponerlo todo de cara, como en el Betis-Villarreal de la pasada Liga.

No es que el Betis saliera del intermedio enrabietado. Pellegrini movió dos fichas a la hora de partido: Rodri por Guardado, Canales atrás y Borja Iglesias por un desdibujado Willian José. El ariete-hipster prendió la mecha a sus compañeros, también a la grada, en su violento tiro que golpeó en un brazo de Aurier (69’), que entró por Foyth. González Fuertes pitó penalti, pero el lateral recogió su brazo y encima se giró. Más no pudo hacer por evitar la infracción. Y el VAR hizo justicia. Antes, sólo Fekir tuvo en sus botas el empate en una contra que acabó con un zurdazo demasiado cruzado (62’).

Y en el carrusel de cambios, Emery tiró de su gran banquillo para cerrar el debate: Yeremi Pino por la derecha, Lo Celso para templar el juego y asistir, Danjuma para definir. Y quien sentenció vino a ser el mejor del partido, Capoue. Gestionar calendarios intensos es otro reflejo del crecimiento. En ello está el Betis.

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