Investigación

La primera grabación de un cerebro tras la muerte muestra actividad similar a cuando soñamos o revivimos momentos

La primera grabación de un cerebro tras la muerte muestra actividad similar a cuando soñamos o revivimos momentos

La primera grabación de un cerebro tras la muerte muestra actividad similar a cuando soñamos o revivimos momentos / pexels

Las personas que han mirado su mortalidad a la cara a menudo describen sus experiencias cercanas a la muerte en términos sorprendentemente similares: recuerdos vívidos, una sensación de estar fuera de su cuerpo, luces brillantes o una sensación de tranquilidad. Y aunque la ciencia ya ha corroborado como ciertas estas experiencias, ya que también suceden en ciertos pacientes con ciertas enfermedades neurológicas, éstas  quedaban en testimonios algo esotéricos para la creencia popular.

Sin embargo, la actividad del cerebro humano en los momentos finales antes de la muerte se ha observado por primera vez, revelando una actividad rítmica comparable a la que se observa durante los sueños. En consecuencia, esta observación podría respaldar los informes de experiencias cercanas a la muerte de la vida que pasan ante sus ojos en lo que se conoce como "recuerdo de la vida".

Aunque experimentos previos con animales han sido capaces de determinar que el cerebro sigue teniendo actividad una vez muertos, esta experiencia nunca se había podido reproducir en humanos. La investigación, publicada en Frontiers in Aging Neuroscience, sugiere que el cerebro puede permanecer activo y coordinado durante e incluso después de la transición a la muerte, e incluso puede estar programado para realizar todo el proceso. Y estos científicos lo descubrieron de una forma inesperada. 

Cómo lo consiguieron 

El equipo estaba realizando un seguimiento a una persona de 87 años que sufría epilepsia. La actividad cerebral del paciente estaba siendo monitorizada de forma continua mediante electroencefalografía para detectar las convulsiones y poder tratarlo convenientemente. Pero durante este estudio, pasó algo no planeado. El paciente murió por un infarto, quedando su actividad cerebral registrada.

El incidente inesperado dejó al equipo de Vincente con un registro de la actividad cerebral humana antes y después de la muerte por primera vez. ''Medimos 900 segundos de actividad cerebral alrededor del momento de la muerte y establecimos un enfoque específico para investigar qué sucedió en los 30 segundos antes y después de que el corazón dejara de latir”, dijo el neurocirujano y líder del estudio, el Dr. Ajmal Zemmar de la Universidad de Louisville, EE. UU.

Los análisis de la grabación revelaron cambios en las ondas cerebrales antes y después de que el corazón dejara de latir, incluidos tipos específicos de ondas asociadas con una función cognitiva superior.  Estas oscilaciones son patrones rítmicos o repetitivos de la actividad del cerebro de los seres vivos. "Justo antes y después de que el corazón dejara de funcionar, observamos cambios en una banda específica de oscilaciones neuronales, las llamadas oscilaciones gamma, pero también en otras como las oscilaciones delta, theta, alfa y beta", asegura Zemmar. 

Revivir momentos importantes

Este tipo de ondas están asociadas a las mismas que se activan mientras se sueña, se reviven o recrean momentos, se medita o se procesa información relevante. "A través de la generación de oscilaciones involucradas en la recuperación de la memoria, el cerebro puede estar reproduciendo un último recuerdo de eventos importantes de la vida justo antes de morir, similar a los informados en las experiencias cercanas a la muerte", sugiere Zemmar.

Si bien este estudio es el primero de su tipo en medir la actividad cerebral en vivo durante el proceso de muerte en humanos, se han observado previamente cambios similares en las oscilaciones gamma en ratas mantenidas en entornos controlados. Esto significa que es posible que, durante la muerte, el cerebro organice y ejecute una respuesta biológica que podría suceder en otras las especies.

Aún así, los investigadores advierten de que al tratarse de un estudio con un solo individuo —que, además, habría sufrido daños cerebrales debido a su enfermedad— hay que tratar estos resultados con mucha cautela. Eso sí, esto podría ser un buen comienzo para estudiar estas experiencias y saber qué ocurre en nuestro cerebro cuando morimos y de dónde procede esta actividad.

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