La Catedral de Sevilla acoge una inusual celebración del Corpus

Asenjo bendice con el Santísimo a los sevillanos desde la Puerta de la Asunción de la Avenida de la Constitución

La Catedral de Sevilla acoge una inusual celebración del Corpus.
La Catedral de Sevilla acoge una inusual celebración del Corpus. / Juan Carlos Vázquez

La Catedral de Sevilla acoge este jueves la tradicional celebración del Corpus Christi, este año marcada por las restricciones provocadas por la pandemia del coronavirus. El arzobispo de Sevilla, monseñor Asenjo, preside una misa tras la que se celebra una procesión claustral por las llamadas últimas naves del Templo Metropolitano. En ella participan representantes de los colectivos que más cerca han estado luchando contra el Covid-19. Los sevillanos esperan en la Avenida de la Constitución a la bendición que se impartirá desde la Puerta de la Asunción.

En la homilía, leída por el obispo auxiliar, monseñor Gómez Sierra, Asenjo ha lamentado que este año no se pueda celebrar la procesión eucarística con el esplendor acostumbrado por las calles de la ciudad: “Yo os pido que lo que perdamos en esplendor, lo ganemos en fervor, renovando nuestra fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, confesando con los labios y creyendo en el corazón que, en la más hermosa y rica custodia de nuestra catedral regalada por una familia sevillana del siglo XVIII, está presente Jesucristo con su cuerpo, sangre, alma y divinidad”. El arzobispo ha pedido a los fieles que la adoración a la eucaristía sirva para la renovación de las parroquias y como empuje espiritual y apostólico a la Iglesia de Sevilla.

Asenjo ha recordado a los azotados por la pandemia del coronavirus. En el día de la Caridad, el prelado ha implorado que no se olvide a todos aquellos que ya están sufriendo las otras consecuencias del Covid-19: “La epidemia que tanto nos está haciendo sufrir, nos llena de estupor por la suerte de millones de trabajadores que se están quedando sin trabajo, por la suerte de las víctimas de la crisis de la década anterior, y por los nuevos pobres que ha generado la epidemia. Con la superación de esta tragedia, que Dios quiera que esté próxima, no va a acabar el sufrimiento de nuestro pueblo que, a mi juicio, no ha hecho más que empezar, con la economía tan seriamente afectada. En el mensaje del Domingo de Pascua, el papa Francisco nos invitó a no dejarnos llevar por el egoísmo, sino a sentirnos como miembros de una única familia que se sostienen mutuamente y que no dejan atrás a ninguno de los suyos. En la homilía del Domingo de la Divina Misericordia nos invitó a no consentir que nos golpee el peor de los virus, el virus de la indiferencia”.

Por ello, ha instado a todos los fieles y devotos ayudar a quien lo necesite de manera abnegada: “No pasemos de largo ante el hombre lleno de heridas y tendido en la cuneta del camino. Bajémonos, como el Buen Samaritano, de la cabalgadura de nuestro bienestar, para curar esas heridas, tan numerosas y tan dolientes. Seamos generosos en la colecta que tiene como destinataria a Cáritas”.

En la Catedral se han dado cita más de 600 personas para asistir a la eucaristía, entre ellas las principales autoridades civiles, militares y académicas.

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